Salud mental y contrainstitución

educacionales se centran en el cumplimiento de la disciplina. El rol del alumno se define desde la pasividad extrema y es considerado únicamente como receptor de conocimientos. Por lo tanto, el lugar del sujeto y el movimiento de éste en torno a un aprendizaje queda relegado a los límites de una educación que no lo incluye, que por el contrario lo silencia cada vez más, ofertándole un producto que apuesta por la competitividad y la construcción de la necesidad de adquisición de éste -acumulación de conocimiento-, y quienes no logran comprender y acceder a esta lógica quedarán excluidos del sistema educacional, siendo fuentes de conflictos y de posibles intervenciones. El desconocimiento de la implicancia del sujeto en los distintos procesos de su vida, en la apropiación de su conocimiento, en la forma de vinculación que cada uno posee en torno a un aprendizaje y el valor que le otorga la familia, me encami– nan a los lineamientos desde el psicoanálisis, para pensar en esta problemática que sigue tan presente en las instituciones, siendo de mayor impacto la institución escolar, la cual posee la capacidad de tener a los sujetos desde los primeros años de vida, encauzándolos hacia una adultez adaptada a un contexto social que cada vez más incentiva hacia una sociedad de consumo, transformando un proceso natural -() no tan natural, ya que se encuentra cruzado por un elemento que nos subyu– ga el lenguaje- a un proceso regularizado y estandarizado. "Se aprende a hablar, pensar, amar, sentir, jugar, blasfemar, politiquear y trabajar sin la interferencia de un profesor [... ] o fuera de un proceso educativo programado para ello"4. El proceso de aprendizaje comienza a deshumanizarse cada vez más, sin con– siderar que el vínculo entre profesor y alumno es el esencial para la producción de un saber -por qué no decirlo- compartido. Para que un niño aprenda, debe desear aprender. Muchas veces el deseo, al ser aplastado por la demanda, se estanca. La presión familiar y 10 que espera la sociedad del hombre hace que este proceso de aprendizaje del cual hablamos se encuentre intervenido por un ele– mento las más de las veces perturbador para el sujeto mismo: la angustia, la cual complejiza el aprendizaje y las potencialidades del niño parecieran mermarse'. El deseo de aprender debiera surgir desde el propio niño a condición de que algo se encuentre en falta. Si al niño se le sigue imponiendo el deber de aprender no brotará el propio deseo de saber, no habrá nada del orden de la falta que movilice el saber. Se suprime al sujeto si no se le ve como tal, con posibilidades de autonomía, más allá de la posibilidad de un proceso adaptativo. El niño se lanza a la exploración de su cuerpo y de su entorno, 10 habitan el deseo de saber, la investigación infantil, implica un rodeo pulsional hacia la búsqueda de un conocimiento, florecen preguntas movilizando al niño hacia el deseo de responder un enigma y así va construyendo sus hipótesis. 4 l. Illich, La sociedad dewco/arizada. Méxíco D.E: Joaquín Mortíz editores, 1975, p. 42. 5 A. Cordié, Los retrasados na exiiten. Buenos Aires: Nueva Visión, 1996. 63

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