Salud mental y contrainstitución
Como se puede ver, a través de la observación y del encuadre antes explicado se permite hacer emerger ciertas particularidades de cada sujeto. Por lo mismo es que cada niño debe tener su propio acompañante, y que cada intervención pueda ser pensada antes de actuada, a modo de circulación por la institución para que esta pueda ser reasumida de algún modo. Deseo e historia En primer lugar la puesta en duda, el cuestionamiento acerca de la nOClOn de "niño" ya nos introduce de lleno en una concepción de sujeto diferente. Consideramos que no se trata de un niño al cual solamente ha de cuidarse y protegerse, como lo define y produce el discurso estatal, ubicándolo en un lugar de carencia y pasividad total, como si hubiera únicamente un solo saber acerca de éste. Es decir, la institución no puede situarse como "discurso amo" de un saber acerca del cuerpo del niño, sino que debe poder referir este saber a otro, con lo que implica de pérdida para la institución. He ahí donde se recalca el lugar del acompañante terapéutico, y la importancia de que sea uno con uno con cada niño, ya que éste deberá no responder a las necesidades de! niño, sino más bien interrogarles y devolverlas de otro modo. Así, a través de su presencia, el acompañante deberá generar la interrogante en e! niño acerca de cuál es el deseo de su acompañante, momento en el cual la transferencia toma lugar para comenzar a hacer circular demandas, es decir, poder suponer en cada niño un saber particular, cuando lo más notorio de los efectos de la institucionalización temprana es que las demandas queden anuladas. La intención de esto es que el niño no sea únicamente un organismo que tiene necesidades, sino por sobre todo un cuerpo deseado pero a la vez deseante, cuando se le ofrece la posibilidad de identificarse a una exterioridad incondicional. Un sujeto deseante implica lo sorpresivo, que la institución como tal se encuentre dispuesta a dar tal crédito, que en tanto se supone un saber se está pensando que efectivamente el niño no es un ser en potencia que ha de desarrollarse, sino que este movimiento dialéctico propio de la demanda implica la ex-sistencia de una alteridad radical que e! niño ha de poder integrar única– mente a condición de que se le ofrezca una moratoria, un habitar. El deseo debe dar muerte a 10 instituido para que la historia se escriba. El proceso de historización implica un habitar, un lugar, es decir, que existan "otros" que puedan cargar con su memoria. De ahí la función que tiene e! libro de vida, su escritura constante, que trata acerca de las vivencias más importantes que cada niño vive en su paso por Casa Catalina, que es de por sí una residencia temporal, que tiene como objetivo "reparar" y acaso podemos reparar en que se trata de uno de los ejes articuladores para poder entender el sujeto a la base de esta apuesta institucional. Qtienes escriben no son cualquiera, son quienes han acompañado a este niño por su paso en el hogar, quienes tienen algo importante 48
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