Palabra dicha: estudios sobre género, identidades, mestizaje
aparece en nuestros territorios y su concreción pa1ticular en sectores detenninados. Hacer el esfuerzo de articular la matriz de identidad materna con los rasgos y atributos del sí mismo dados por la clase, la etnía, la edad, realizándose en un tiempo y un espacio singulares, sería de vital importancia para romper con la reducción analítica del género. Fundainental aparece también una indagación permanenteen la esferade lacultura mestiza que entrega los contenidos de las identidades de género; esfera que ha sido poco estudiada en nuestros países, en los cuales se ha privilegiado más el estudio de las precariedades materiales (la pobreza, el subdesarrollo) que la investigación sobre el imaginario y la cosmovisión que pennite la reproducción de determinados valores (simbólicos, sociales y económicos) y la legitimación de ciertos ordenes. En el ámbito de la constitución de identidades, una mirada crítica a la cultura quizás aiToje valiosas herramientas de comprensión y acción que podrían ayudar a orientar algunos cambios. Es decir, se podría pasar de la noción de cultura como significante flotante2 1 a un usodel término que ponga de 1nanifiesto los n1ecanismos concretos mediante los cuales una sociedad legiti1na los valores y las conductas de los sujetos. Las variaciones, las pluralidades, las identidades constituidas en la intersección de diversas variables, serían elementos que posibilitarían nombrar la identidad de los sujetos mujeres y hombres en el complejo y rico entramado que es la existencia. La limitación de ellos a una pura dimensión de su ser,ya sea la biológica, la política, la social, la económica, la religiosa u otras, llevaría a reproducir losmecaiús1nos de legitimaciónde las desigualdades, la violencia y el sacrificio. La aventura que proponemos es comenzar a jugar con esa imagen del modelo espejo propuesto por Buxó, con la idea de sirnultaneidad (que conlleva entender la identidad como una experiencia), de multiplicidad (que implica el cruce de rasgos provenientes de distintas categorías) y romper con el círculo victimal que condena a lo femenino a una n1era contingencia corporal o a una trascedencia maternal. Tal vez, la lectura de las identidades de género desde una óptica lati11oan1ericana nos conduzca a conocer, así como lo dice el poema con que iniciamos este texto, cómo es que los antepasados nos han soñado, a di lucidar el deseo que nos nombra como alteridad (en cuanto continente y en cuanto sujetos de una diferencia genérica) y con ese gesto, quizás, hacer latir un nuevo corazón u1ás deseante (más soñador) que deseado. S7
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