Palabra dicha: estudios sobre género, identidades, mestizaje
del género debe contemplar s imultáneamente las categorías de clase, etnía, edad dentro de un contexto histórico y social que los explica. En ambos cauces encontra1nos una semejanza: el énfasis en las diferencias y la acentuación de las marcas de la especificidad. Lo específico y lo diferencial , se oponen a la universalización, a la generalización, a los grandes paradigmas. Sin e1nbargo, con ello se olvida, pero no se resuelve el vínculo entre lo universal y lo particular. La micro mirada, la hiperespecificación de los escenarios, la fragmentación, parecen sínto1nas de una nueva basculación, muy clásica en un pensamientode oposiciones: de los sagrados sistemas omnicomprensivos a los diversos y dispersos modelos de comprensión de la realidad. Y puesto que hemos hablado de diferencias, la diferencia Latinoamericana sale a luz. ¿Cuánto de occidente hay en el ethos latinoamericano? Creo que nuestro territorio posee en su mestizaje la singularidad, como dice Jorge Guzmán, de oscilar constantemente entre culturas, entre polaridades, entre lo blanco y lo no blanco, entre lo europeo, lo indio y lo negro. Sin duda, la tradición del logos europeo no fue la nuestra, por el contrario nuestra tradición más arcaica es el pensa1niento1nítico, la expresión ritual; la mezcla de la oralidady de la escrituranos define. El pensamiento latinoamericano es mestizo, porta simultáneamente lo binario y lo múltiple, el orden y el desorden. Así, la pregunta por el androcentrismo en la cultura latinoamericana puede ser respondida desde ese lugar ambiguo en que nos instalamos los mestizos: si y no, porque tal vez desde el espacio "oficial" , institucional hay un pensamiento focalizado en lo masculino; pero lo rnasculino no es la categoría fundante del ethos. En nuestro ethos hay exceso de madre, de femenino maternal, de femenino trascendente. Si le adosamos a lomasculino suasociacióncon lo blanco y a lo fen1enino con lo indio, podemos asumir que todos en algún momento sornos blancos y no blancos,y que los contextos nos llevarán a asumimos en una u otra posición (por ejetnplo, en los sectores pobres es muy común que algunas personas adopten una actitud de "blanco" frente a los mapuche; pero ese blanqueo desaparece cuando alguien de la clasemedia mira a ese pobre que se cree blanco co1no indio e igual cosa le ocurrirá al de clase inedia que es motejado por el de la clase alta como roto (que es casi lo mismo que decir indio)). Es interesante retener este movimiento permanente, esa oscilación, pues nos puede ayudaren la comprensión de la dinámica de los géneros. Mepareceque esa misma agitación se produce entre lo masculino y lo fe1nenino en nuestra cultura, por ejemplo: la idea de la mujer sola (la viuda, la abandonada, laseparada, la madre soltera) en Chile está siempre asociada a ser padre y madre de los hijos; incluso el trabajo fuera del hogar de las mujeres las hace ser padres (tienen ñeque, son fuertes) . Ve1nos entonces que tampoco los rasgos de lo masculino y lo fe1nenino están fijos (eso no significaque no tengan detenninados atributos co1no dominante 44
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