Palabra dicha: estudios sobre género, identidades, mestizaje
sacrificarse...La vocación 1natao rediine, pero no sejuegacon ella" (Citado porGonzález: 167). Por último, Teresa Wilms Montt dirá: "¡ Yo no tengo camino, mis pies están heridos de vagar, no conozco la verdad y he sufrido, nadie me ama y vivo ! El sacrificio significa un pago; generalmente es el precio que en muchas sociedades exigen los dioses a los hu1nanos como reciprocidad. Los sacrificios suceden ta1nbién cuando hay una crisis de indiferenciación, para restaurar el equi libtio y hacer retomar las diferencias. En el caso de esta escritura fe1nenina chilena, podría hacerse esta doble lectura: una, es que cuando las mujeres usurpan un oficio tradicionalmente masculino se produce una crisis de indiferenciación (en el plano de los roles genéticos) que debe ser restaurada por medio del sacrificio. En este caso quien "paga" son las propias esc1itoras, las cuales se auto-sacrifican o son sacrificadas por la comunidad (recordemos solamente el caso deMarianaCox, relatado en el libro, quien se transforma en chivo expiatorio de la sociedad de su época). Pero también, la noción de sacrificio está ligada a la constitución de lo sagrado. De all í que la conexión entre escritura, femenino y religiosidad sea sugerente para un posible análisis de la producción y práctica literaria de las mujeres de fines de siglo y comienzos del XX. Así, tal vez el sólo hecho de la escritura las acercarla al reino de lo numinoso (es interesante rescatar la mención que hace la autora a un libro leído en co1nún por Mercedes Marín y Teresa Wilms Montt: Imitación de Cristo). Otro tema habitual , que ya ha s ido 1nencionado por Ruth González y otras ensayistas, es el de los seudónimos que debían usar las escritoras para publicar sus textos. Fuera de los alcances conocidos al respecto, creo que ello también puede estar relacionado con el punto antes mencionado: la negación de la identidad, es un sacrificio necesario para la circulaciónde la producción femen ina, ésta sólo puede transitar de lo privado a lo público con una irunolación: la del nombre propio. Por último, deseo mencionar una constante que me parece sint61natica. Ungran nú1nero de las obras de las escritoras chi lenas analizadas por Ruth González, tienen como argumento relaciones amorosas dentro del contexto de sucesos históricos, o lisa y llanamente los asuntos son históricos (como en los poemas de Mercedes Mario; las novelaslos BuscaVida y Teresa de Rosario Orrego; y muchas de las obras de Inés Echeverría, entre otras autoras). El síntoma que veo asomarse es el del ansia femenina de registrar, de transmitiruna memo1ia: depositarias de las pláticas endonde la tradición es contada de abuelas a nietas, estas escritoras han vaciado en la pa labra escrita aquel oficio de cronistas de sus antepasadas. Por ello, estimo de gran valor el complejo y vasto campo que este rasgo, documental y testimonial de la literatura femenina , abre tanto para una historia, como para una antropologia del género. Estoy cie1ta, y creo lo estarán los lectores de este nuevo libro de Ruth González, que 174
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