Palabra dicha: estudios sobre género, identidades, mestizaje

daría más en el pasado reciente que en la actualidad:" Ahora co1no que no es tanto, bueno, eso lo digo por las chicas que llegan acá. El año 90, cuando yo llegué a la oficina de colocaciones, siempre recibía llamadas de personas que andaban buscando niñas, pero niñas que no tuvieran el apellido mapuche. Yo no quiero mapuche-me decían-, no puedo entenderme con ellas. La miran 1nuy como que fuera otra persona. Cuando recibía esas llan1adas les contestaba: ¿Có1no que no se entiende con una niña mapuche si está hablando con una? Al final decían: Bueno, s i no encuentro to1naré una niña mapuche" . Como lo vimos en el acápite anterior, la discriminación étnica aparece muchas veces soterrada. Sin embargo, no es dificil colegir que el sólo hecho de decfr "no quiero tener una empleada mapuche" está denotando la existencia de un rechazo a las mujeres indígenas. Pero, lo que sí nos parece sintotnático es la lectura que se puede hacer, desde la perspectiva de la discriminación étnica y de clase, de la "falta de cariño". Sinduda, la segregraciónespacial de que sonobjeto las trabajadoras don1ésticas devela los prejuicios y los modos de posicionar a la " otra" al interior de una casa. Si pensamos en la socialización rural de las mujeres mapuches, apreciamos el cainbio radical que supone el trabajar en la casa de un " huinca". En el campo, la cocina donde está el fogón, es casi siempre el lugar de encuentro, de diálogo, de reunión de Ja frunilia, allí se come, pero tambiénserealizai1 otras labores. La pieza-cocina es el espacio colectivo diurno permru1ente, la pieza dormitorio es sólo para dormir y reune nocturnainente a la familia. En la ciudad, la cocina es un espaciomás dentro de la casa y generalmente supone a laempleadasola laborando; allí ella comerá, cocinará, limpiará, etc. sin la co111pañía de nadie. La empleada no co1nejuntoa los patrones, no con1parte con ellos sus vivencias, sus problemas, etc. y s in embargo, vive con ellos y les "sirve" . Pensamos que esa segregación espacial , establece de partida las diferencias entre las clases y etnias que se conjuntan en el empleo doméstico. Ya he1nos visto cómo las mujeres valoraban el "cariño", el "sercomo una hija", como una parte vital del desarrollo de un trabajo estable y gratificante; ahora vemos cómo el propio sindicato levanta también esta de1nanda, situándonos nueva1nente en lacomplejidad que asu1ne larelación laboral mapuche/nomapuche que privilegia la relación afectiva como vital, aunque tampoco olvida lo contractual. ¿Se puede hablru· de mode1nidad en nuestra sociedad cuando priman estas valoraciones y cuando el empleodoméstico -con todos sus actores- supone un tipo de relaciones que desbordan lo neta1nente laboral? Es interesante señalar que entre las labores del sindicato está la de capacitar a las mujeres en relación a sus derechos (imposiciones, horarios) y a un perfeccionamiento en su oficio: cocina, cuidado de enfermos y niños, aseo y arreglo del hogar. Se pretende así, profesionalizar a quienes se desmpeñarán co1110 trabajadoras domésticas, para lograr con ello tnejores sueldos. 151

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