Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual

58 pública a gas deslumbró a quienes estaban acostumbrados al aceite, y la eléctrica colmó de asombro a los espectadores el día que se encendieron los primeros focos. Los tranvías a caballo fueron reemplazados por los eléctricos, y más tarde empezaron a circular los autobuses. En alguna ciudad apareció un aeródromo. Y cuando ya se había difundido el uso del telégrafo y del teléfono, empezaron a levantarse las antenas transmisoras y receptoras de radiotelefonía. ” 73 José Luis Romero clasifica las ciudades del siglo XIX en criollas, patricias y burguesas. Podemos complementar esta caracterización calificando de ciudad exportadora comercial a los principales núcleos urbanos del siglo pasado y primeras décadas del presente. Las necesidades urbanas produjeron una mayor demanda de mano de obra, iniciándose en la segunda mitad del siglo XIX el fenómeno de migración del campo a la ciudad. En las urbes se van gestando capas medias, integradas especialmente por artesanos, pequeños comerciantes, profesionistas, empleados particulares y funcionarios del Estado que comienza a modernizarse. Paralelamente, surgen los primeros núcleos obreros que laboran en las empresas manufactureras, muchas de ellas de carácter artesanal todavía. La burguesía comercial y financiera, ligada a los terratenientes y mineros, promueve la transformación de las metrópolis europeas. Los modernos edificios, muchos de los cuales eran sede de las grandes casas comerciales, reflejaban la penetración del capital extranjero, sobre todo a finales del siglo pasado y principio del presente. Las ciudades incorporaron transportes, como los modernos tranvías, que expresaban el desarrollo capitalista, aunque menguado, de nuestro continente. La ciudad empezó a convertirse paulatinamente en un ecosistema fallido. Gran parte de la energía tuvo que ser importada, especialmente el combustible y los alimentos. Este proceso se acentuó a partir de la década de 1930, es decir, del momento en que la ciudad latinoamericana se hace industrial. Este crecimiento de las ciudades no significa que nuestros países fueran ya urbanos en el siglo pasado. Básicamente, eran todavía países agrarios. Los países centroamericanos, Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador, Colombia, México y otros, tenían más de un 80% de población rural. El cambio demográfico se hizo ostensible en la segunda mitad del siglo XIX. Hacia 1850, la población total de América Latina apenas sobrepasaba los 30 millones. De 1850 a 1900 se duplicó. Buenos Aires tenía en 1895 unos 600.000 habitantes, Río un poco más de medio millón, México 325.000 y Santiago 256.000; La Habana, Montevideo, Lima, Valparaíso, Bogotá y Recife fluctuaban entre 150.000 y 200.000 habitantes. El crecimiento se acentuó a principios del siglo XX, sobre todo a raíz de la inmigración europea. Buenos Aires tenía 1.231.000 habitantes en 1909, de los cuales cerca de la mitad eran extranjeros, especialmente italianos. México sobrepasó el millón de habitantes hacia 1930. 73 José Luis Romero, op. Cit ., p. 160, 177, 225 y 281

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