Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual

53 Casi todas las ciudades se fundaron cerca de donde había mano de obra abundante. Los pueblos de indios, agrupados alrededor de las ciudades, se crearon con la finalidad de ejercer un mayor control y de tener mano de obra indígena cercana. Markman manifiesta que “los pueblos de indios constituyeron, desde la perspectiva española, unidades centrífugas y dependientes de los pueblos españoles. Por lo tanto, cada ciudad española se convirtió en un planeta rodeado de satélites de los cuales extraía sustento ”. 66 Otras ciudades crecieron en los mismos epicentros mineros, como Potosí. A principios del siglo XVII ya tenía 4.000 casas de españoles y más de 40.000 indígenas, y uno de los mercados más grandes del mundo, según el cronista español Cieza de León. En un estudio sobre el nucleamiento indígena, Francisco Solano anota: “El descubrimiento de nuevas zonas mineras, localizadas en función de los lugares de asentamiento de etnias con nivel cultural muy primitivo, representará la iniciación de la transformación del paisaje, la fundación de núcleos urbanos y de pueblos indios a los que se pretenderá que se aten aquellos indígenas. Como modelo de esa intención, se promocionará el traslado sistemático de pueblos indígenas ya aculturados, con el fin específico de obtener la ayuda primera de mano de obra. ” 67 José Luis Romero, que ha hecho un notable estudio sobre las ciudades latinoamericanas, señala que algunas capitales, como México, Lima y Buenos Aires, tenían un centenar de manzanas. “A pesar de su lentitud y parquedad, el desarrollo de las ciudades fue, en realidad, en progresiva creación. Al organizarse y regularizarse la vida a través de las actividades cotidianas comenzaron a aparecer necesidades impostergables que se hizo necesario atender, sobre todo en ciudades importantes. Quizá con 2 o 3 mil habitantes podía una ciudad vivir sin regular su crecimiento y organizar sus servicios; pero al aproximarse a la decena de millares o al sobrepasarla quedaron a la vista las diferencias que conspiraban contra la vida urbana. La respuesta fueron algunos intentos urbanísticos de cierta magnitud. México, implantada en una laguna, descubrió el tremendo problema de las inundaciones, pues al fundarse la ciudad hispánica se había alterado el drenaje natural. Se produjeron las primeras en 1553 y se repitieron varias veces sin que se atinara más que a paliar las consecuencias. Pero a principios del siglo XVII, cuando el virrey Montesclaros emprendió la obra del acueducto de Chapultepec para proveer de agua a la ciudad, se proyectó también y se puso en ejecución una vasta obra de desagües que se prolongaría durante más de un siglo. La provisión de agua fue preocupación de todas las ciudades, resuelta con la instalación de fuentes públicas en las plazas; pero los desagües urbanos –simple canaletas abiertas que corrían por las calles- no mejoraron. Hubo preocupación en las capitales por el pavimento de algunas calles; en México se hicieron además acequias y alcantarillas, y puentes para cruzar los canales... Ciertamente, las construcciones religiosas imprimieron su sello a la ciudad hidalga, sin comparación posible con la arquitectura civil. Revelaban la significación eminente de la iglesia en el seno de la sociedad y los rasgos fundamentales de la mentalidad de sus clases altas. Pero revelaron, además, algunos fenómenos sociales y culturales de importancia, puesto que los estilos arquitectónicos respondieron tanto a la gravitación de la influencia peninsular como a las condiciones propias de la ciudad y la región. Para la catedral de Santo Domingo, se adoptó el estilo isabelino, y no faltaron intentos de introducir el plateresco. Pero la primera influencia importante fue la del estilo herreriano y, en rigor, la decisiva fue la del barroco... Hubo muchos barrocos, muchos de ellos imitación más o menos fiel de sus modelos peninsulares, y además formas que 66 Sidney David Markman, Reflejo de las variables étnicas en la urbanización de Centroamérica colonial , en J. Hardoy, Asentamientos...., op. cit ., p. 115. 67 Francisco Solano, Política de concentración de la población indígena , en J. Hardoy, Asentamientos... p.97.

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