Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual
41 LAS CIUDADES INDIGENAS: ¿ECOSISTEMAS FALLIDOS? En numerosos pueblos agroalfareros latinoamericanos comenzaron a surgir aldeas y ciudades, algunas de las cuales llegaron a tener más de 100.000 habitantes, como Teotihuacán, iniciado el proceso de revolución urbana en nuestro continente. El tratamiento de esta problemática nos conduce a varias reflexiones: ¿qué diferencia había entre estas ciudades aborígenes y las ciudades que surgieron durante la época colonial y republicana? ¿qué repercusión produjeron en el ambiente? ¿qué diferencia existió entre las consecuencias ambientales producidas por las ciudades indígenas y las actuales? ¿pueden las ciudades aborígenes ser consideradas como ecosistemas? La mayoría de los ecólogos estima que las ciudades no constituyen ecosistemas porque, básicamente, no tienen autarquía no se autorregulan y dependen de flujos de energía ajenos. En ese sentido, las ciudades serían ecosistemas artificiales o fallidos . 48 Eugene Odum señala que la ciudad es un ecosistema heterotrófico, que depende de grandes insumos de flujo energético, proveniente de fuentes externas; agrega, como elemento fundamental, que la energía de la ciudad es impulsada por combustibles, no por energía solar. ¿Es esto efectivo para todas las ciudades? A nuestro juicio, las ciudades indígenas no tenían un alto grado de consumo energético ni eran un conglomerado importador de energía. En cada ciudad aborigen había muchos árboles, plantas, pastos, lagunas, arroyos y otros componentes autotróficos que proporcionaban energía propia. La ciudad indígena tenía entrada y salida propia de energía. Este tipo de ciudad constituía una unidad indisoluble con el campo. La mayoría de los habitantes de la urbe estaba dedicada a tareas agrícolas. Los indígenas se autoabastecían; no tenían necesidad de importar los alimentos esenciales, como deben hacerlo las ciudades modernas. El consumo de agua era elevado, como consecuencia del regadío artificial, pero las ciudades aborígenes, a diferencia de las actuales, no tenían salida de agua contaminada ni desechos imposibles de reciclar. En síntesis, nos atrevemos a caracterizar la ciudad indígena como un ecosistema, con autarquía energética propia. Las ciudades de los pueblos agroalfareros nunca dejaron de estar estrechamente relacionadas con el campo. Eran ciudades agrarias, si se nos permite la definición. El hecho de que las ciudades fueran el lugar de depósito de la producción agraria muestra la íntima conexión entre la ciudad y el campo. En Huánuco Pampa, ciudad del imperio incaico, “las 500 qollqa de ese centro administrativo sugieren patrones de abastecimiento y organización ”. 49 Qollqa significa en quechua construcción destinada a depósitos de bienes varios y víveres. En los centros administrativos o tampu, del imperio incaico, se guardaban los alimentos para consumo interno. En uno de ellos, Cotopachi, había 2.400 qollqa con capacidad para 4.800 toneladas de almacenamiento. 48 Eugene Odum, Ecología , México, CECSA, 1978, p. 60. 49 Graziano Gasparini y Luise Magolies, Arquitectura Inka , Caracas, Fac. de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, 1977, p. 71.
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