Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual

34 El aprovechamiento de la energía animal, a través de la domesticación de animales, significó otro gran acontecimiento histórico. Por primera vez, el hombre empezó a usar una energía que complementaba su propia fuerza de trabajo. Sin embargo, en América la utilización de la energía animal fue más limitada que en Europa y Asia, porque en nuestro continente no existían el caballo ni el buey. Para el transporte y la carga, los aborígenes americanos, especialmente los de la zona andina, emplearon a la llama y el guanaco, que no resistían más de 25 kilogramos de peso. Una diferencia entre el Viejo y el Nuevo Mundo –afirma un ensayista de Scientific American - “reside en el hecho de que los pueblos del Viejo Mundo domesticaron una gran variedad de animales y llegaron a cultivar un número relativamente reducido de plantas, mientras que en el Nuevo Mundo sucedió precisamente a la inversa. Los diversos y abundantes rebaños que daban carne, leche, lana y bestias de carga a los pueblos de Europa, Africa y Asía, apenas tenían contrapartida en el Nuevo Mundo precolombino: tan sólo un grupo medio domesticado de camélidos andinos, la llama, la alpaca y la vicuña. El conejillo de Indias, en los Andes, puede considerarse como un equivalente inferior de los conejos y liebres domésticas del Viejo Mundo; en el resto de las Américas, el pavo correspondía, también a un nivel inferior, a la gran variedad de aves de granja del hemisferio oriental” . 35 TECNOLOGÍA Los aborígenes americanos generaron una tecnología propia, igual o superior a la del Viejo Mundo en algunas áreas de la producción agrícola, alfarera y minerometalúrgica. Un especialista del tema, John Murra, ha señalado que “se trata de un esfuerzo de acercarnos a la tecnología andina, resultando de una praxis milenaria, de evidentes éxitos en condiciones difíciles, sin paralelo en otros continentes. Si queremos comprenderla tendremos que tomar en cuenta no sólo los datos proporcionados por los laboratorios de palenología o de espectrografía de los metales, sino también las formaciones económicas, sociales y políticas que permitieron el uso suficiente de la energía humana en los Andes”. 36 35 Richard J. Macneish, Los orígenes de la civilización en el Nuevo Mundo , en Scientific American , Madrid, Ed. Blume, 1976, p.67. 36 John V. Murra. Prólogo al libro de Graziano Gasparini y Luisa Margolies, Arquitectura Inka , UCV, Caracas, 1977, p. IX.

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