Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual

32 que esa planta, a diferencia del maíz u otros cereales, no parece haber necesitado de modificaciones sustanciales para lograr un mayor rendimiento en la producción” . 28 En la búsqueda de mejores tierras, los aborígenes hicieron las primeras quemazones y talas de árboles. Fue el comienzo de la alteración del ambiente latinoamericano; pero dada su escasa magnitud no alcanzó a provocar desequilibrios ecológicos significativos. Según Lutzenberger “el indio miles de años antes de la llegada del hombre blanco, ya habían alcanzado situaciones de equilibrio estable en su ambiente... La roza del indio complementaba apenas el producto de la caza y los frutos silvestres, obtenidos en esquemas de explotación permanentemente sostenibles, sin degradación del ecosistema” . 29 Esta apreciación es compartida por Sanoja y Vargas en sus estudios sobre Valenzuela: “La técnica de cultivo más sobresaliente y difundida entre la formación agricultora, es la denominada de roza y quema o agricultura itinerante. Mucho autores la han definido como característica de los suelos tropicales pobres, como una técnica agrícola elemental que no emplea ningún tipo de útiles excepto el hacha, la azada o el bastón de sembrar, relacionada con una baja densidad de población y un bajo nivel de consumo... Geertz, al analizar el problema de la agricultura de roza y quema en términos ecológicos, plantea que la característica positiva más sobresaliente de dicha técnica es la de estar integrada a la estructura del ecosistema natural preexistente a la cual, cuando es de naturaleza adaptativa, ayuda incluso a mantener. Cualquier forma de agricultura –dice Geertz- representa un esfuerzo por alterar un ecosistema dado de tal manera que se pueda aumentar el flujo de energía que necesita el hombre para subsistir. Un tipo de agricultura como la de roza y quema se asemeja a la composición de la selva tropical en el ‘grado de generalización’, entendiendo por generalización dentro de un ecosistema, la existencia de una gran cantidad de especies . 30 La antigüedad de la agricultura en América Latina se remonta a más de 4.000 años antes de nuestra era. En Centroamérica se han encontrado muestras de agricultura incipiente (pequeñas mazorcas de maíz y semillas de calabaza) que datan del año 4.000 a.c. En Perú, se han hallado vestigios de zonas cultivadas, que se remontan a más de 3.500 años a. c. En el norte de Sudamérica, incluida Venezuela, el proceso agrícola comenzó a partir del segundo milenio antes de nuestra era, con el cultivo de la yuca en la costa noroccidental del Lago Maracaibo y en el Bajo Orinoco. En aquel período agrícola temprano, la agricultura y la domesticación de animales se combinaban con la recolección, la caza y la pesca. “La agricultura y la crianza de animales presuponen la existencia de un cierto excedente de víveres. Y esto por dos razones: en principio, porque su técnica exige la utilización de simientes y animales para fines no directamente alimenticios, con objeto de producir más plantas y carne para una época ulterior. Después, porque ni la agricultura ni la crianza de ganado procuran instantáneamente el alimento necesario para la conservación de la tribu, y porque se necesita 28 Ibid., p. 49. 29 José Lutzenberger, Manifiesto ecológico , Mérida Universidad de Los Andes, 1978, p. 26. 30 Sanoja y Vargas , op. cit ., p. 92-93

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