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o porque el tema tiende a apasionarme tanto como a Hormazábal. Por eso
celebro la convicción con que Ricardo Hormazábal defiende a la Democracia
Cristiana. Después de treinta años por fin la izquierda y la DC pueden abordar su
propia historia sin remilgos innecesarios.
Las afirmaciones de Hormazábal colocan fuertemente el peso de las
responsabilidades de la derrota de la Unidad Popular en la izquierda y tienden a
exculpar a la Democracia Cristina y a sus dirigentes, me atrevo a decir que en su
conjunto, prácticamente sin excepciones. Entonces, si bien no puedo examinar
cada hecho o afirmación en particular, mi visión general es que Hormazábal es
de exagerada benevolencia con los suyos e implacable con los míos. Al final de
su trabajo dirige sus baterías sobre aquellos que cargan con la mayor
responsabilidad: la derecha. El trabajo habría ganado si este actor protagónico
del período de la Unidad Popular hubiera estado presente con más nitidez en
cada instante del relato. La acción ilícita permanente de los organismos del
gobierno de Nixon está recogida con más continuidad. La derecha chilena y sus
relaciones con la DC hubieran requerido de un mayor seguimiento. Me explico
que, al estructurarse el texto como un testimonio, Ricardo Hormazábal se ha
centrado, al menos en este punto, en contar lo que vivió. Y ---no tengo dudas---
sus propios contactos con la derecha fueron mínimos o inexistentes. El resultado
es que queda en la sombra la mayor parte del gran capítulo de las vinculaciones
entre la derecha y sectores de la Democracia Cristiana.
Hormazábal responsabiliza a la izquierda de no haber apoyado a Tomic en 1970.
Mirada retrospectiva y fríamente, desde la historia, esa me parece, ahora, una
opción digna de considerar. Sin embargo, es imposible no preguntarse si el autor
ha analizado alguna vez la inversa: que la Democracia Cristiana hubiera apoyado
a Allende. Si el análisis puramente matemático fuera válido ---que no lo es,
necesariamente--- lo que las elecciones democráticas indican es que las fuerzas
de izquierda fueron siempre más numerosas que la Democracia Cristiana:
Allende superó por un considerable margen a Frei en las elecciones de 1958 y
habría ganado con un 40% las de 1964 si la derecha no se hubiera volcado
masivamente a favor de Frei. Sabemos que en 1970, una vez más, la Unidad
Popular obtuvo más votos que la Democracia Cristiana. Y en las parlamentarias
de marzo de 1973 logró un 43%, mientras la DC no alcanzaba el 30%. La
izquierda luego de tres años de gobierno registró casi ocho puntos más de
votación que en la presidencial, o sea incrementó el apoyo popular. Situación
muy diversa vivió el gobierno de Frei Montalva que vio desmoronarse el apoyo
obtenido en las presidenciales. Pero entiendo que la DC al ubicarse más próxima
al centro poseía una ventaja posicional sobre la izquierda ---en el hecho, su
capacidad de convenir alianzas con la derecha---, aunque sería razonable que los
democratacristianos comprendieran que este factor no podía ni puede condenar
a la izquierda a ser siempre acompañante de una Democracia Cristiana
comparativamente minoritaria.
Al circunscribir su testimonio al período 1970-1973 Hormazábal descontextualiza
la relación entre izquierda y DC que, en los doce años anteriores se constituyen
como rivales con proyectos alternativos, aunque el contenido de los de Tomic y
1...,76,77,78,79,80,81,82,83,84,85 87,88,89,90,91,92,93,94,95,96,...111