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Sólo la voz de algunas Iglesias, especialmente la católica denunció esa pretensión y
desnudó las injusticias que trae aparejado el Capitalismo salvaje. " La Iglesia ha
rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en los tiempos modernos al
"comunismo" o " socialismo". Por otra parte, ha rechazado en la práctica del
"capitalismo" el individualismo y la primacía absoluta de la ley del mercado sobre el
trabajo humano. La regulación de la economía por la sola planificación centralizada
pervierte en sus bases los vínculos sociales; su regulación únicamente por la ley
del mercado quebranta la justicia social, porque existen numerosas necesidades
humanas que no pueden ser satisfechas por el mercado."
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La caída del muro de Berlín, la democratización de Europa del Este y la crisis
mundial del comunismo, marcan el fin del largo período de Guerra Fría iniciado al
término de la Segunda Guerra Mundial y que enfrentó a los Estados Unidos y a la
Unión Soviética, con sus respectivos aliados. La atomización de la URSS, la apertura
del Este europeo y la impactante reunificación alemana, despertaron muchas
expectativas de paz que parecían impensables algunos años atrás.
Este cambio dramático sacudió a un mundo acostumbrado a vivir entre dos polos
hegemónicos, preocupados por el equilibrio de las fuerzas y los respectivos ámbitos
de influencia ideológica, para enfrentar ahora el desafío del unilateralismo, esto es,
una única potencia, que ejerce un poder económico, tecnológico y militar casi sin
contrapeso. Si a esto le agregamos el efecto provocado por el atentado a las Torres
Gemelas del 11 de septiembre de 2001, que incrementó la percepción de que la
amenaza terrorista estaba vinculada a una forma de extremismo religioso, y le
damos la adecuada importancia al hecho de que el 90% de los conflictos bélicos de
la última década, según Naciones Unidas, tienen el carácter de internos, podemos
concluir que la manera en que cada sociedad enfrenta los desafíos de la pluralidad y
la justicia social al interior, para luego practicarlo en el ámbito exterior
determinarán la mayor o menor posibilidad de que la indispensable gobernabilidad
pueda fortalecerse.
Desaparecido el conflicto entre capitalismo o comunismo, se nota la ausencia de
proyectos incluyentes que pongan su centro en la persona y no en lo individual; que
acentúe el valor de la solidaridad por encima del egoísmo natural y que, hoy más
que nunca, jerarquice como corresponde el necesario accionar común de los pueblos
de nuestro continente para superar la pobreza y la exclusión, asegurando la
gobernabilidad democrática, convertida en uno de los objetivos principales de la
OEA, como se acordó en la reciente Asamblea General celebrada en julio de 2003 en
Chile.
Con este marco referencial, entremos de lleno al análisis de los factores que
influyeron en la tragedia democrática de 1973.
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Catecismo de la Iglesia Católica. Asociación de Editores del Catecismo, Segunda Edición,
Barcelona, 1993.
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