Políticas de la herencia

13 Daniel Alvaro ha callado. La manada de vacas corre zigzagueando entre las rocas. La primera tambalea y cae; en vuelo, por un instante, el polvo de la caída dibuja el rostro emocionado de Salvador Allende ante la multitud que lo aclama. La multitud se dispersa mezclándose con el mar cada vez más oscuro. Las pequeñas manchas rojas sobre las rompientes empiezan a agrandarse, fulguran, se enroscan y estalla [encendiéndose la tormenta: contra ella se recortan iluminadas rasantes de rostros mudos que gesticulan, de balnearios atestados de gentes, de un largo plano que comienza a elevarse entre estelas de fuego y desaparece. Se oye un gran estampido y todo cambia. […] claro, oh sí, en eso consiste todo; el cielo, la tierra, las palabras. Los colores fluyen, crecen, toman forma, se mezclan y rompen; una línea delgada, la luz, la oscuridad. El lienzo, el papel, una vida, todo está completo, pleno, total; a través de la media luz la bendita mancha de la vida es todo el ecran. Se raja, se parte, se hunde como desde la profundidad la altura de los cielos y toda alrededor la vida está suspendida, burbujeando y rompiendo, todavía sobra en los abismos oceánicos y ya nube. Miles, millones de seres vivos; allí dentro está la partida: oh sí, es blanco como el cielo, oh no, es negro,

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