Políticas de la herencia
7 Daniel Alvaro Aunque en realidad este es solo un aspecto del fe- nómeno de la herencia. La figura del heredero o de la heredera es aún más compleja. Derrida explica que el legatario siempre debe responder a una obligación contradictoria: por un lado, debe afirmar lo que viene del pasado, recibir lo que no ha elegido, y, por otro lado, debe comportarse libremente frente a la heren- cia. El legatario está obligado a aceptar lo que recibe y al mismo tiempo tiene que elegir entre las muchas posibilidades que plantea un legado. La experiencia de la herencia se juega, entonces, en la ambivalencia entre la pasividad y la actividad, entre la recepción de aquello que es más grande que nosotros, y la decisión, la selección, la transformación de la herencia recibida con el fin de mantenerla con vida. Pues al fin y al cabo de eso se trata, de afirmar y reafirmar, de recibir sin dejar de transformar. Como sostiene Derrida, la herencia no es algo dado, sino una tarea, una tarea que consiste en acoger y escoger. Se puede decir, simplificando las cosas, que el legatario es doblemente responsable: responsable respecto del pasado y del porvenir. La supervivencia o la muerte por olvido de un acontecimiento histórico particular, de tal o cual acervo cultural, de una memoria determinada, depende en gran medida de nosotros. Para bien y para mal estamos comprometidos: nos debemos tanto a nuestro pasado como a un porvenir que ya no
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