Políticas de la herencia
3 Daniel Alvaro dónde vamos. Afirmar, pues, que no hay duelo logrado del pasado equivale a decir que como sujetos de la sociedad a la que pertenecemos estamos condenados a un duelo imposible, es decir, condenados a un duelo interminable. Los muertos, las muertas, y, con mayor motivo, los desaparecidos y las desaparecidas de nuestra historia, nos asedian constantemente para recordarnos el vínculo inconmovible entre la historia pasada y la historia presente. Como afirma Walter Benjamin en sus “Tesis de filosofía de la historia” (1940): “Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra”. “[…] el pasado –escribe Benjamin– exige derechos. No se debe despachar esta exigencia a la ligera” (1994, p. 178). El pasado reclama precisamente no ser olvidado, pues solo los vivos pueden testimoniar por los que ya no están. El pasado nos pide testimoniar, conmemorar, hacer memoria, para que los crímenes del pasado no se repitan y, en la misma media, para que la memoria de los vencidos no sea completamente desterrada de la historia escrita por los vencedores. También en las “Tesis de filosofía de la historia”, leemos esto: “El peli- gro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos [el peligro] es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto
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