Nueva educación pública: evidencia para los desafíos de futuro

332 Modelo de demandas y recursos del trabajo El establecimiento de un modelo de demandas del trabajo comenzó a finales del siglo XX. En un primer momento, el modelo de Karasek (1979), denominado de Control y Demanda del Trabajo (JD-C, Job Demand-Control) recibió atención al reconocer el carácter multifacético de las demandas laborales. Más tarde, Siegrist (1996) incluy los conceptos de obligaciones e interrupciones del trabajo y propuso el modelo de Desbalance entre Esfuerzo e Incentivo (ERI, Effort-Reward Imbalance). Hoy en día, el Modelo de Demandas y Recursos del Trabajo (JD-R, Job demands-resources), planteado inicialmente por Demerouti et al. (2001), es reconocido como un destacado enfoque para analizar el bienestar laboral en todas las ocupaciones. En un principio, los investigadores establecieron el modelo para comprender los antecedentes del síndrome de agotamiento emocional, definido por W. B. Schaufeli and Taris (2005) como fatiga y desvinculación. Así como en el modelo JD-C y ERI, el modelo JD-R sugirió que el bienestar de un trabajador resultaba de un equilibrio entre los factores ambientales positivos (recursos) y negativos (demandas) del entorno laboral. En otras palabras, lo que hacía este modelo era ofrecer una descripción de los diferentes caminos que pueden explicar las variaciones en los niveles de bienestar y desempeño de los trabajadores. Estos caminos consideran la interacci n entre los dos factores ambientales ya mencionados (demandas y recursos) y dos mecanismos que impactan el bienestar, a saber, los de tensión y motivación laboral (W. Schaufeli y Taris, 2014). En este sentido, la idea global que define a las demandas está relacionada con el grado en que el entorno laboral ofrece estímulos que requieren esfuerzo (Fletcher y Jones, 1996). Con el tiempo, Demerouti et al. (2001, p. 501) las definieron como “los aspectos físicos, sociales y organizacionales del trabajo que requieren esfuerzo físico o mental y por lo tanto están asociados con ciertos costos fisiológicos y psicológicos”. Atendiendo a las hipótesis principales del modelo, las demandas aumentan el riesgo de experimentar tensión, disminuyen la motivación laboral y, también, frenan el efecto positivo de los recursos laborales sobre la motivación (Bakker y Demerouti, 2007). Además, el modelo JD-R se diferencia de los anteriores al plantear que las demandas no son específicas de cada ocupación, por lo que ha terminado siendo muy útil para comprender el trabajo docente. Es sabido que un docente de aula del sistema escolar lidia constantemente con múltiples exigencias en su trabajo, por lo que resulta comprensible que esta sea una de las ocupaciones con mayores índices de estrés laboral (Johnson et al., 2005; OECD, 2020; Wieclaw, Agerbo, Mortensen, y Bonde, 2005). Ya sea cumpliendo inesperadas tareas administrativas, atendiendo reclamos de padres y apoderados, o enfrentando eventos de disrupción en la sala de clases, las demandas a su labor pueden llegar a ser innumerables en un solo día. Naturalmente, y con el tiempo, el probable desgaste psicológico que se genera por la permanente exposición a factores ambientales que desafían la capacidad para controlar el propio trabajo les pasa factura a los propios docentes. Solo por esta razón el análisis de las demandas del trabajo docente reviste crucial importancia. Resultados de la Encuesta Internacional de Enseñanza y Aprendizaje (TALIS, Teaching and learning international survey) han confirmado que en una gran cantidad de países los docentes perciben que su trabajo es generalmente estresante (OECD, 2020). La medición realizada antes de la pandemia por COVID-19 mostró que, entre las 48 naciones participantes del estudio, prácticamente la mitad de los docentes experimentaban bastante o mucho estrés en su trabajo. En algunos casos este indicador parecía preocupante (87% en Portugal y 70% en Inglaterra), mientras que en muy pocas naciones la proporción de docentes que señalaban no haber experimentado estrés superaba el 20% (Georgia: 70%; Kazakhstan: 52%; Rumania: 28%; Argentina, Buenos Aires: 24%). A excepción de estos casos, en la gran mayoría de los países los docentes percibían que su trabajo les podría generar algún grado de estrés. En la literatura, se han reportado de manera consistente varios posibles factores significativamente asociados con mayores niveles de estrés entre los docentes y el modelo JD-R ha contribuido consistentemente a identificar demandas relevantes en décadas recientes.

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