Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global
Eleonora Belfiore y Steven Hadley 18 El contexto histórico de este movimiento (Simpson, 1976) no puede ser sobreestimado. Los artistas comunitarios concibieron la democracia cultural como parte de un proyecto de democratización más amplio que abarcaba dimensiones económicas, industriales y políticas (Kelly, Lock & Merkel, 1986). Esta visión holística contrastaba marcadamente con lo que Shaw (1985; 1987) y otros percibían como una traición a los estándares artísticos, una trahison des clercs que amena- zaba la integridad de las jerarquías culturales establecidas. Las tensiones entre estas posturas eran evidentes en las respuestas oficiales a la democracia cultural, como lo ejemplifica el rechazo de Lord Gibson al concepto en el informe 1975/1976 del Arts Council England (ACE), donde la describió como una idea “que rechaza la discriminación entre lo bueno y lo malo y acaricia la noción romántica de que existe un ‘dinamismo cultural’ en el pueblo” (citado en Kelly, 1984: 21). La crítica de Kelly (1985) a la autoridad cultural sigue siendo particularmente relevante para los debates contempo- ráneos. Su ataque a la “gran tradición del arte europeo” como una práctica hegemónica que “toma el gusto de un grupo (burgués) de personas y lo presenta como el gusto natural de la gente civilizada en todas partes” anticipó muchas de las críticas actuales a la canonización cultural y al poder insti- tucional. Es importante destacar que Kelly reconoció que la adhesión a los valores culturales jerárquicos trascendía los simples orígenes sociales, aseverando que “hay muchos caminos hacia una adhesión incondicional a ‘una escala de valores’ que ni se justifica ni se concibe como necesitada de justificación y, sin duda, algunos de esos caminos empiezan en las tiendas de pescado frito” ( Ibid , 4). Esta observación resulta profética a la luz de la inves- tigación contemporánea sobre consumo y participación
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