Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global

Ben Walmsley 192 A pesar de los importantes desafíos que plantea el espectro siempre presente del valor cultural, he argumentado aquí que las preguntas sobre y en torno al valor cultural son en sí mismas fructíferas, siempre que no culminen en otro intento fallido de “resolver” el debate sobre el valor cultural en sí. Para los artistas, equipos creativos, productores, respon- sables de marketing, trabajadores de extensión y públicos, las preguntas sobre el valor y el impacto de las artes son primor- diales, y estos grupos de interés rara vez están interesados o incluso incluidos en los debates académicos sobre el valor cultural. En el sector artístico y cultural existe una sed global de métodos y marcos de evaluación estandarizados, y se podría decir que es responsabilidad de los investigadores de audien- cias trabajar con todos estos actores para avanzar en el desa- rrollo de metodologías de evaluación que estén orientadas a sus necesidades y sean adecuadas para su propósito. Este es, ostensiblemente, el objetivo de herramientas como Quality Metrics , pero, como hemos visto, este tipo de herramientas basadas en métricas fracasan desde el inicio porque restringen (y algunos dirían que impiden) un compromiso más profundo con las audiencias y, por ende, no logran captar los objetivos primordiales de la experiencia del público. Lo que se necesita, entonces, es una metodología de evaluación genuinamente matizada, multidimensional y reflexiva. Un enfoque reflexivo de la evaluación rechazaría la concepción utilitarista del valor como algo cuantificable, fijo y dado, y lo entendería en cambio como emergente, “constan- temente en negociación y en proceso de construcción” (Oliver &Walmsley, 2011: 88).También reflejaría y articularía el valor cultural en el lenguaje auténtico de los artistas, profesionales y públicos (Walmsley, 2012). Un marco de evaluación basado

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