Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global
Ben Walmsley 190 en general. Así, a pesar de su intento declarado de incluir al público en la evaluación artística y de profundizar las conver- saciones con ellos, el marco perpetúa en realidad una jerarquía de valor cultural al excluirlos de lo que podrían considerarse los niveles superiores de la evaluación de las artes. Peor aún, tal vez, abre la puerta al nepotismo al permitir que las orga- nizaciones seleccionen a sus propios pares, comprometiendo cualquier noción de objetividad; y si las decisiones estraté- gicas como la programación, la comisión o la financiación van a basarse en un marco así, entonces la transparencia y la objetividad son fundamentales. Como se puede inferir de la discusión hasta ahora en este capítulo, el problema principal con cualquier herramienta de evaluación artística es que niega espacio para la praxis o el contexto (cualidades que antes se demostraron como vitales para la valoración cultural) y reduce inevitablemente el acto de evaluación a un enfoque simplista y uniforme que fomenta la homogeneidad artística. A nivel simple y prag- mático, la existencia de una herramienta como esta plantea una pregunta: si las organizaciones de artes escénicas deberían juzgar sus espectáculos navideños, musicales y comedias de la misma manera que sus obras nuevas, dramas existenciales y tragedias. Es decir, ¿puede una pantomima ser tan desa- fiante o significativa como una obra histórica de Shakespeare? En el análisis final, incluso las herramientas de evaluación complejas como la explorada aquí son víctimas de uno de los errores más comunes en los métodos de investigación: La mayoría de los enfoques […] no logran dar sentido a la complejidad contextual de las actividades artísticas, sobrees- timando la validez general de los métodos y subestimando la riqueza y diversidad de los contextos en los que podrían aplicarse (Piber & Chiaravalloti, 2011: 242).
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