Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global
Capturar, interpretar y evaluar el valor cultural 179 (Giannachi y Stewart, 2005; Holden, 2015; Knell, 2007; Sharpe, 2010). Hay algo primigenio e intrínsecamente rela- cional en esta metáfora, que refleja no solo el papel social clave que las artes siempre han desempeñado en la vida humana, ya sea con fines miméticos o liminales (Schechner, 2003; Turner, 1969), sino también su fragilidad e interde- pendencia inherentes. La descripción de John Holden de la cultura como “fenómenos temporales con raíces profundas y factores habilitantes complejos” (2015: 3) encapsula no solo la naturaleza efímera de la cultura y las experiencias culturales (que, por supuesto, plantean sus propios problemas metodo- lógicos para los investigadores de audiencias), sino también el diverso y enrevesado ecosistema necesario para producirlas y facilitarlas. Bill Sharpe (2010) también recurre a la metáfora de la ecología para ilustrar su afirmación de que la “economía de la experiencia […] se comprende adecuadamente en un contexto ecológico” (32–33). La tesis de Sharpe es sumamente significativa en este contexto, no solo porque contribuye a los debates sobre el valor cultural al reafirmar la primacía del impacto artístico sobre el económico, sino, lo que es más importante aún, porque una vez más desplaza los términos mismos del debate lejos de la preocupación utilitarista con el valor relativo de objetos conmensurables y hacia un enfoque enactivo en la experiencia interpersonal: dado que nuestros sistemas culturales son intrínsecamente sociales e históricos, la experiencia individual siempre surge de la interacción extendida de los miembros de una comu- nidad entre sí y con su contexto más amplio (Sharpe, 2010: 31). Aunque esta afirmación es útil al destacar nuevamente el papel crucial del contexto, también expone uno de los aspectos
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