Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global
De la cultura democrática a la democracia cultural 149 Es decir, ser sujetos libres y formar parte de una existencia donde ser tratadas y tratados con igual respeto no implique ser asimiladas y asimilados a las normas, códigos, maneras de una mayoría o cultura dominante. Consecuentemente, lo simbólico y lo dialógico son fundamentales para el reconocimiento, pues ocurre de manera mutua. Uno se convierte en sujeto solo en tanto es recono- cido por otro en tanto tal (Larraín, 2003) y, así, esa relación es constitutiva de la subjetividad. Ser reconocido es, por ende, esencial para el desarrollo del ser (Fraser & Honneth, 2006). Ser rechazado, o mal reconocido, es sufrir una diso- nancia excluyente en nuestra existencia e identidad. Es pasar a ser parte de una mirada dominante que estigmatiza y afecta de manera negativa nuestra imagen e identidad cultural. Respecto del mal reconocimiento, éste puede implicar tanto una falta de reconocimiento como un reconocimiento inade- cuado (Fraser, 2002). Así, la cuestión del reconocimiento tiene un componente identitario pero también un componente social que incluye otros elementos (clase, procedencia, capital cultural, etc.) que hace que, parafraseando a Nancy Fraser (2002), no ser reconocido no equivalga solo a ser considerado una persona despreciable e infravalorada, sino “a no ver reconocido el status de participante de pleno derecho en la interacción social como una consecuencia de los modelos de valor cultural insti- tucionalizados que construyen a una persona como compara- tivamente indigna de respeto o estima” (62). Una evidencia reciente y con un impacto mucho más allá de sus fronteras, fue el caso del ciudadano estadounidense George Floyd, asesi- nado por un policía en la ciudad de Minneapolis luego de retenerlo en el piso con su rodilla en el cuello durante nueve minutos (Barrie, 2020).
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