Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global

Jorge Saavedra Utman 148 postura desafiaba la hegemonía de relatos que constituyeron a los estados-nación latinoamericanos y diseñaron instituciones carentes de sujetos populares. Por ende, el punto del autor tenía que ver con una exclusión fundamentalmente cultural: no ser sujeto de la historia, no aparecer en la historia, no existir en la historia. Lo que Boaventura de Sousa Santos (2016) denominaría los inexistentes: personas que son simplemente obstáculos para lo que se considera la realidad relevante, “ya sean realidades científicas, avanzadas, superiores, globales o productivas” (174). ¿Y cómo se puede pensar en una cultura sin los sujetos que pueblan el cotidiano de las calles por donde andamos? Resolvamos esta pregunta avanzando al primer paradero: el del reconocimiento. Reconocimiento Como bien plantea Martín-Barbero, uno de los problemas con el que desde hace mucho tiempo convivimos es el de negar, rechazar o aceptar a medias otras formas de ser, pensar y existir. Es decir, excluir. Esto lo hemos visto en la negación de las culturas populares como formas no dignas de ser parte del acervo cultural colectivo; en la destrucción de pueblos por el solo hecho de ser distintos; en el rechazo o aceptación a medias del conocimiento producido por los pueblos indígenas; y en el rechazo, o aceptación a medias, de las personas transgénero como partícipes de aquellos espacios que se entienden como públicos. Ahora, ¿qué tiene que ver la cultura aquí, y no el derecho? El derecho tiene mucho que ver, sin dudas, pero la cultura también, al tratarse estas materias de asuntos ligados a formas de pensar, de existir, de vincularse, de significar, de represen- tarse, de simbolizar y, sobre todo, de un mínimo estándar social: que existimos y somos parte de la vida en común.

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