Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global
Justin O’Connor 136 programación), a fuentes relacionadas de saber hacer, crea- ción y experiencia, y a cierto financiamiento de proyectos. La infraestructura cultural como bien público incluiría instituciones dedicadas a la educación y formación, la preser- vación, la exhibición y la representación; servicios culturales como bibliotecas (con sus múltiples recursos materiales), espa- cios de trabajo, archivos, impresión y codificación; subsidios y financiamiento de proyectos a pequeña escala; marcos legales y regulatorios básicos; medios públicos accesibles, etcétera. Bienes públicos en el sector privado La idea de bien público no se aplica únicamente a la infraestructura cultural financiada por el Estado y los bienes públicos relacionados, sino también a lo que el Colectivo de Economía Fundacional (FEC) denomina la economía coti- diana a pequeña escala. Esto es, aquellos elementos de la infraestructura cultural que ocurren no solo en espacios que “pueden ser públicos y de uso libre, como bibliotecas, parques y centros juveniles”, sino también en espacios comerciales, como bares, cafés y restaurantes (Kelsey y Kenny, 2021:11). Lo que a menudo se presenta como “el mercado” es, a nivel local, mucho más parecido a los mercados incrustados de Ferdinand Braudel o a la economía moral de Edward Thompson que a la eficiente máquina de cálculo de Hayek. La vida cultural cotidiana a pequeña escala es una mezcla de economías del don, trabajo sacrificado, trabajadores inde- pendientes, pequeñas empresas, cooperativas de hecho o de derecho, economías informales y precarias, trabajos por encargo y emprendimientos que apenas sobreviven. En resumen, todo aquello que le da vitalidad a nuestras ciudades, que se entrelaza con la infraestructura social, que alimenta la
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