Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global
Justin O’Connor 132 tipo de mundo queremos vivir). El arte y la cultura operan a través de estos conceptos utilizando el sonido, el ritmo, la forma, el movimiento, el color, la imagen, las metáforas y los relatos. Crean un conocimiento basado en los sentidos y una relación particular con el mundo, diferente de la de la razón analítica, la ciencia, la administración o la tecnología. Una relación que acepta lo particular en sus propios términos y que intenta otorgarle una conexión plena, significativa y, en última instancia, ética con el mundo. Y si eso suena muy educativo, vale decir que ese conocimiento también trae consigo entretenimiento y placer, confrontación y ruptura, consuelo y alegría. La cultura como bien público Independientemente de cómo intentemos definirla, arte y cultura constituyen un bien social irreductible, entendido como un producto colectivo, en estrecha relación con el contexto social más amplio y que no puede reducirse a benefi- cios individuales. Como bienes sociales irreductibles, el arte y la cultura son impensables fuera de las convenciones compar- tidas, los entendimientos comunes, las formas de práctica y las expectativas colectivas, aunque siempre estén abiertas al debate y la transformación. Sin embargo, la cultura como bien social y público ha sido progresivamente marginada de las políticas respectivas. El reposicionamiento de la cultura como bien de consumo individual fue una de las primeras formas de priva- tización del neoliberalismo. Las políticas culturales de los últimos 25 años se centraron en tratar de escalar un sector emprendedor en potencia para que pudiera competir en este mercado, al mismo tiempo que se impulsaba a las instituciones
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