Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global

Justin O’Connor 130 Existen muchas industrias culturales, incluidas grandes corpo- raciones globales, pero la cultura en sí no es una industria. Por lo tanto, necesitamos su reposicionamiento radical como un área central de la política pública, junto con la infraestructura material, la salud, la educación y los servicios sociales. En la última década, muchos economistas heterodoxos se han centrado en cómo “reinsertar” la economía en lo social para que funcione en favor del bien común en lugar de ser solo una generadora de crecimiento abstracto del PIB. Lo que resulta notorio, al menos en los sectores progresistas, es la ausencia del arte y la cultura en estas nuevas formas de pensar. Las nuevas visiones económicas heterodoxas, en su mayoría, omiten la cultura. Por ejemplo, Economía donut de Kate Raworth (2018) no incluye la cultura entre sus “funda- mentos sociales”, lo cual no sorprende, ya que están basados en los ODS. Pero algunos cambios han comenzado a ocurrir. El Colec- tivo de Economía Fundacional (FEC, Foundational Economy Collective), cuyas ideas retomo aquí, lleva la última década buscando reformular las políticas sociales y económicas desta- cando los requerimientos básicos para una sociedad habi- table: infraestructura material, servicios públicos y econo- mías locales cotidianas a pequeña escala (FEC, 2018). Esta economía fundacional , combinada con una fuerte economía local cotidiana basada en el comercio minorista, servicios personales, recreación, etcétera, proporciona los cimientos fundamentales para garantizar la seguridad material colectiva que una democracia saludable requiere. La economía total- mente capitalista y transaccional a la que se insta a aspirar a las industrias creativas es solo una parte del campo económico general. Aunque inicialmente posicionaba a la cultura como un gasto discrecional o de lujo, el trabajo más reciente del

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