Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global
129 Fundamentos, infraestructuras, bienes (y males) públicos Justin O’Connor Universidad de Adelaida, Australia Reformulación de la cultura La política cultural está en una crisis profunda. Desde la década de 1980, el sector cultural se ha visto obligado a justificar su existencia en función de lo que puede aportar a diversas agendas gubernamentales, ofreciendo débiles acuerdos de quid pro quo a quienes manejan los grandes presupuestos. Estos acuerdos giran principalmente en torno al crecimiento económico en sus distintas formas, pero también a la cohesión social, el fortalecimiento de las comunidades, la reducción de la delincuencia, la salud mental y el bienestar, entre otros. Sin embargo, la marginación progresiva de la cultura se hace más visible con el hecho de que el sector cultural no haya logrado incluir un objetivo específico propio en el conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas en 2015. Esta marginación se repitió en la Cumbre del Futuro de la ONU en septiembre de 2024, donde la cultura apenas fue mencionada, se agrupó con el deporte y, en lugar de ser reconocida como un área de política pública específica, se diluyó entre las políticas económicas, sociales y ambientales. Como argumento en mi libro Culture is Not an Industry (2024), todo esto se basa en un error categórico fundamental.
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