Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global

Ana Wortman 116 Durante las primeras dos décadas del siglo XXI el sector cultural fue asumiendo nuevos significados de la palabra cultura, ampliando los imaginarios instalados en los primeros años de la instauración del régimen democrático. En conso- nancia con lo que aconteció en Perú, Ecuador y Brasil, en términos de transformación de las constituciones así como debates —al interior de las ciencias sociales—, fueron, entre otros acontecimientos, elementos que intervinieron en nuevas definiciones de qué significa ser ciudadano y de qué estamos hablando cuando nos referimos a la cultura. Así, la idea de lo nacional comenzó a complejizarse, se habló de ciuda- danía cultural y estados plurinacionales. La política cultural que implementó exitosamente el músico Gilberto Gil como ministro de cultura del primer gobierno de Lula da Silva en Brasil y luego reactualizada por su continuador, Juca Ferreira, denominada “Programa Puntos de Cultura” constituyó un modelo que —con similitudes y diferencias—, fue implemen- tado en diversos países de América Latina. También en esa línea se desarrollaron programas como “Cultura Viva Comu- nitaria” que implicaba una noción más compleja del término cultura, ya no solo asociada a artes en sentido universal, sino a producciones culturales de comunidades indígenas y afro- descendientes, entre otras. Así es como se resignificó la acción cultural pública ya no solo en términos de democratización, sino de democracia cultural. Las políticas culturales no significaban exclusiva- mente la ampliación de los accesos de un aspecto legítimo de la cultura, sino que se incluían —en la producción y la práctica cultural—, bienes culturales producidos por otros espacios, ámbitos de la sociedad invisibilizados o estigma- tizados en términos de su acción cultural. Nuevas concep- ciones de la cultura y la sociedad, entendida en un sentido más plural, no solo determinada por las desigualdades de