Decantaciones. Política y democracia cultural: un diálogo global
Introducción 9 de toma de decisiones culturales, también fue materia de discusión al interior del encuentro. En efecto, además de reconocer la legitimidad y comple- jidad de todas las culturas, la democracia cultural implica garantizar que las comunidades participen activamente en la configuración de las políticas culturales que las afectan. Y es aquí donde justamente la democracia cultural entra en conflicto con los tiempos que corren, caracterizados por el desencanto y la desconfianza hacia la política y los gobiernos, pero también con la institucionalidad cultural y los valores que promueve en las distintas latitudes del globo. En la oferta conceptual disponible hoy en día en el espacio cultural, son varias las propuestas disponibles. Por ejemplo, la Unesco hace varios años que propone en los círculos de ministerios, secretarías o consejos de arte y cultura la idea de cultura como bien público mundial . Esta sostiene que la cultura debe ser entendida como un derecho común y compartido por toda la humanidad, cuyo acceso, preservación y diversidad deben ser garantizados colectivamente. En otros términos, y como lo ha reforzado Unesco en sus encuentros Mondiacult, la cultura no debe regirse exclusivamente por lógicas de mercado, sino ser protegida y promovida por cada Estado y la comunidad internacional por su valor intrínseco , su aporte al desarrollo sostenible y su papel en la construcción de sociedades inclu- sivas, democráticas y pacíficas. La cultura, bajo este prisma, puede ser comprendida como un fenómeno aséptico e impoluto. Despojada de su dimensión conflictiva, es entendida aquí como un ente que existe más allá de los pecados humanos y que se ubica alejado de todo vector de tensión, irritación y disputa simbólica. A diferencia de estos mecanismos de purificación conceptual, la democracia cultural vuelve una y otra vez en su afán por reconocer el lado
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