En los bordes de la ilusión. La comunicación política en el gobierno de Gabriel Boric
Por Moisés Valderrama C. 46 interna del equipo presidencial, dejando a su gobierno tamba- leante, sumido en la perplejidad. Ese episodio, descrito como una “tragedia comunicacional” en la prensa, ilustró la falta de estrategia y coordinación en el manejo comunicacional de crisis: o se guardaba silencio excesivo, o cuando se hablaba se hacía sin guion claro, con resultados contraproducentes. En paralelo a las deficiencias oficiales, la cobertura mediática chilena ha intensificado la sensación de insegu- ridad, operando no solo como una suerte de caja resonancia de los delitos, sino también como reproductora de una agenda editorial donde el miedo y la crisis se presentan como constantes. El peso de las noticias policiales en matinales, noticieros y portadas han configurado un clima informativo donde los hechos violentos son tratados con un dramatismo y sensacionalismo persistente, que muchas veces supera su proporción estadística. Crímenes con alta carga emocional, como la masacre de Quilicura mencionada anteriormente o el triple asesinato de carabineros en Cañete, por ejemplo, reciben una cobertura extensa, de no tan solo el momento del hecho, sino de días, semanas y hasta meses en algunos casos, generando la percepción de que el país entero está sumido en un caos permanente. He aquí el problema, el cual no es solo del tratamiento noticioso, sino la respuesta comunicacional del gobierno ante esta narrativa. Al no diseñar una estrategia activa de contraste, ni en vocerías, ni en contenido audiovisual, ni en presencia sostenida en medios, el Ejecutivo cedió el espacio simbólico donde se construye el sentido común. Incluso las críticas del presidente a los medios, como aquella en la que lamentó que leer la prensa hacía parecer que vivíamos en “un país infernal”, no lograron disputar el marco instalado. Al contrario, fueron percibidas por algunos sectores como un
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