En los bordes de la ilusión. La comunicación política en el gobierno de Gabriel Boric
Olivia Hernández D. 160 al declarar: “Con estas nuevas normativas damos mayores certezas a todos los actores involucrados, tanto a los inver- sionistas, a los titulares de estos proyectos como también a las comunidades y a la ciudadanía en general, que sabrán de antemano qué y cuánto esperar de un proyecto”. Esta afir- mación no solo refuerza el relato del sector privado, sino que legitima públicamente la idea de que el problema radica en el Estado y su burocracia, y no en las deficiencias técnicas que muchas veces presentan los propios proyectos. Desde una perspectiva comunicacional, además, el Ejecutivo contribuye a consolidar la creencia de que los estándares ambientales deben flexibilizarse para no ahuyentar la inversión, incluso cuando en ninguna parte se menciona la palabra “medioambiente”. La tensión entre el discurso y la acción se vuelve aún más evidente cuando se contrasta la visión actual del gobierno con su programa original. Allí se afirmaba que la administración estatal pondría “en el centro a las personas y sus necesidades, en armonía con un desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente”, y que el mercado dejaría de ser “el prin- cipio estructurador de la sociedad”. Estas promesas fueron claves para construir una identidad política transformadora, acorde con el periodo. Sin embargo, al adoptar sin matices el lenguaje de la permisología, el Ejecutivo termina por vaciar el contenido de su propio marco ideológico. La protección del entorno natural no solo se diluye en lo práctico, sino también en el lenguaje, lo que debilita la capacidad del gobierno de sostener un relato propio y consistente frente a otros actores. Este hecho también se contradice con la postura que el gobierno ha sostenido en diversas ocasiones –especialmente durante la tramitación de estos proyectos de ley–, al afirmar que las iniciativas no implican una renuncia a la protección
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