Policy Brief: Rehabilitación en personas tras un ataque cerebrovascular (ACV): Hacia dónde debemos avanzar
3 las personas afectadas. Actualmente, los servicios de rehabilita- ción post-ACV se caracterizan por una marcada heterogeneidad en su disponibilidad, cobertura y enfoque terapéutico, lo que genera inequidades en la atención y resultados dispares entre territorios y centros de salud. Esta falta de lineamientos clínicos unificados dificulta una atención integral y coordinada que res - ponda a la complejidad del daño neurológico y sus consecuen- cias funcionales. En este contexto, se proponen una serie de recomendaciones que buscan mejorar el acceso oportuno y la continuidad de atención en rehabilitación: i) garantizar el inicio de la rehabili- tación dentro de las primeras 24 horas desde el evento agudo y continuar con atención ambulatoria supervisada por equi- pos interdisciplinarios; ii) incorporar Unidades de Tratamiento en Ataque Cerebrovascular (UTAC) para ofrecer rehabilitación precoz e intensiva; iii) implementar planes de alta que incluyan visitas domiciliarias para garantizar seguridad y acceso a ayudas técnicas; iv) facilitar el retorno a la comunidad mediante edu- cación en autogestión, evaluación para reincorporación laboral, apoyo psicosocial y en sexualidad. En relación con la efectividad y calidad, se recomienda: i) propor- cionar rehabilitación intensiva, en la etapa aguda, de al menos 3 horas diarias, 5 días a la semana y adaptada a las necesidades individuales; ii) integrar estrategias para abordar impedimentos motores, cognitivos, sensoriales, de salud mental, y en activida- des de la vida diaria; iii) utilizar tecnología y telerehabilitación para superar barreras geográficas y de recursos; iv) avanzar en la protocolización de evaluaciones y mejores prácticas terapéu- ticas basadas en evidencia. 2. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA El ataque cerebrovascular (ACV) es una enfermedad no trans- misible que se produce cuando se interrumpe el suministro de sangre al cerebro, lo que provoca falta de oxígeno, daño cere- bral y pérdida de funciones (NCD Alliance, 2022). El ACV constituye una de las principales causas de muerte a nivel mundial, se estima que, globalmente, cada año ocurren cerca de 15 millones de casos. Se observa una incidencia estable en los países de altos ingresos, mientras que, en los de ingresos bajos y medios, ésta se encuentra en aumento (NCD Alliance, 2022). En Chile, son la segunda causa de muerte y la primera causa de hospitalización en personas mayores de 65 años. La incidencia en el país es alta, con una tasa de 122 por cada 100.000 habi- tantes (Lavados et al., 2021). El año 2023, se reportaron 34.413 egresos hospitalarios por ACV (es decir, 3 casos por hora (DEIS, 2023). Además de su impacto en la mortalidad, representan la tercera causa de años de vida potencialmente perdidos (AVPP), lo que indica una carga significativa en discapacidad y pérdida de calidad de vida (Bächler et al., 2017). El ACV es altamente prevenible y tratable. Se estima que hasta un 90% de los casos están relacionados con factores de riesgo modificables que incluyen: hipertensión, consumo de tabaco y alcohol, inactividad física, dieta poco saludable y contaminación del aire (O’Donnell et al., 2010). Los ACVs pueden provocar daños duraderos, como parálisis parcial o total, déficits sensitivos y perceptuales, visuales, dificul - tades con el habla, lenguaje y la memoria/cognición (Teasell & Mbbs, 2018b). La extensión y la ubicación del daño determinan la gravedad del ACV, que puede variar de mínima a catastrófica. Las secuelas deben ser abordadas en forma integral e interdis- ciplinaria con el objeto de: i) evitar el aumento del déficit neu - rológico; ii) disminuir incidencia de complicaciones prevenibles y tiempos de hospitalización; iii) apoyar e integrar al pacien- te y su familia en el tratamiento; iv) optimizar la recuperación funcional y favorecer la reintegración social/laboral (Teasell & Mbbs, 2018a). Lo anterior, no sólo impacta positivamente en la calidad de vida de las personas y su entorno familiar, además reduce costos económicos y sociales. Por estas razones, la re- habilitación se posiciona como una prioridad de salud pública en varios países, que han establecido guías clínicas detalladas, y que la reconocen como un componente esencial asociado a los servicios de salud de calidad que debe integrarse bajo un enfoque multiprofesional. Pese a sus beneficios, el acceso a rehabilitación presenta una se - rie de barreras entre las que destacan: recursos limitados, caren- cia de directrices uniformes en la forma de proveer servicios de rehabilitación basados en evidencia, ausencia de preparación especializada del personal, entre otras. Si bien se han realizado distintos esfuerzos por avanzar en estos aspectos en nuestro país, aún es insuficiente y variable, estando por debajo de los estándares que internacionalmente suelen recomendarse (Crow & Smith, 2023; Mountain et al., 2020; NICE, 2023; Stroke Foun- dation, 2021). Otro de los problemas radica en la fragmentación y escasa coordinación de los servicios de rehabilitación, lo que puede generar discontinuidad en la atención, por otro lado, la oferta de rehabilitación se concentra en centros urbanos, dejan- do con menor cobertura a quienes residen en zonas rurales o alejadas, donde el acceso a los profesionales es limitado. Otro
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