Núcleos I+D+I: Del Estado del Arte a la Agenda Pública
Diversidad y Género: Abordajes Feministas Interseccionales (DyG) 66 La violencia simbólica en la educación formal se manifiesta cuando los espacios formativos reproducen y legitiman desigualdades sociales, culturales y de poder, a través de prácticas, discursos y normas que se interiorizan –por ejemplo, en los currículos oficiales, las mallas formativas o los textos escolares– (Atli & Kokalan, 2023). Estas dinámicas se inscriben en un sistema patriarcal que refuerza la idea de superioridad de cierto grupos sobre otros en función del género, perpetuando desigualdades desde la infancia. La etapa inicial de la educación es clave para intervenir, ya que es en ese momento cuando se construyen los imaginarios sociales y las relaciones simbólicas que sustentan la desigualdad. Sin embargo, en Chile el concepto violencia simbólica no aparece reconocido en los marcos curriculares ni en los programas educativos dirigidos a niños, niñas y adolescentes Aunque se han desarrollado políticas que promueven la equidad de género, ninguna incorpora este concepto de manera explícita. Entre ellas destaca la Política de Educación con Equidad de Género del Ministerio de Educación (Minedu, 2021), cuyo objetivo es reducir las brechas de género en el acceso y permanencia en el sistema educativo. Esta política reconoce la existencia de sesgos y estereotipos de género, e impulsa acciones como la revisión de materiales pedagógicos y la capacitación docente. No obstante, omite la violencia simbólica como categoría conceptual, lo que limita su alcance y comprensión. De forma similar, programas de convivencia escolar e inclusión impulsados por el Mineduc (2018) han contribuido a prevenir la discriminación y la violencia de género, pero tienden a centrarse en manifestaciones explícitas de violencia, dejando fuera aquellas que operan de manera sutil y cotidiana en la interacción entre estudiantes, docentes y materiales educativos (Rojas & Maturana, 2020). En suma, pese a los avances normativos, la falta de un reconocimiento explícito de la violencia simbólica mantiene invisibles las formas más profundas de desigualdad de género en el sistema escolar. Abordarla implica no solo incorporar el concepto en las políticas públicas, sino también traducirlo en prácticas pedagógicas y estrategias de formación que promuevan relaciones más equitativas desde la infancia. Antecedentes
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