Núcleos I+D+I: Del Estado del Arte a la Agenda Pública
Relaciones Socioeconómicas y Luchas Sociales (NURELS) 37 37 cifra (Durán & Kremerman, 2025). Esta situación responde a una estructura institucional que impide a los trabajadores incidir en la redistribución de la riqueza que ellos mismos generan. La desigualdad no persiste por azar, sino porque la participación de la fuerza laboral en la apropiación del excedente económico es estructuralmente débil. Según el modelo teórico neoclásico, la fijación salarial resultaría de una negociación conjunta y eficiente entre empleador y trabajador (Mortensen & Pissarides, 1994); sin embargo, ello no se cumple en la práctica (Manning, 2003). La realidad se asemeja más a un esquema en el que el empleador posee poder de mercado y fija el salario ex ante, mientras el trabajador solo puede aceptarlo o rechazarlo ex post. Este entorno monopsónico –mercado con un solo comprador que impone precios y condiciones–deja a la parte laboral sin capacidad real de incidencia (Manning, 2003). En este contexto, el empleador extrae rentas a través del markdown, la brecha entre el producto o ingreso marginal del trabajo y el salario efectivamente pagado. Cuando menor es la elasticidad de la oferta laboral, menor es el poder de negociación de los trabajadores, y mayores son las rentas que el empleador puede apropiarse (Manning, 2003). El resultado es una estructura distributiva sesgada, que limita la participación salarial en el ingreso y reproduce desigualdades incluso en fases de crecimiento (Manning, 2003). Un ejemplo de ello es que, en Chile, de una jornada laboral de ocho horas, tres se destinan a para generar salario y cinco a las ganancias del empleador (Fundación SOL, 2022). Figura 1. Distribución de las horas trabajadas entre capital y salario en Chile (1986–2018). Fuente: Fundación SOL (2022).
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