Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte
        
 71 Ya desde el formativo, en los entierros tlatilcas los cuerpos de sus difuntos se colocaban en el mismo espacio de habitación. Esto, da la idea de integralidad: dualidad vida-muerte como el mismo espacio-tiempo con diferentes modos de existencia, lo que se ha señalado continuamente en el presente. NOTAS FINALES Como se ha revisado, en el mundo mesoamericano precolombino, la muerte era comprendida como parte inseparable del flujo vital del universo. No era negada, ni exiliada de la vida o del espacio cotidiano; al contrario, se integraba de manera or- gánica a los ciclos agrícolas, a los calendarios, a los mitos de origen y a todos los actos de la vida social y de la producción cultural. Compartían, así, vida y muerte un mismo eje simbólico, un centro de coexistencia que encontraba sentido en la regeneración. La muerte era tránsito, regreso, semilla y, como lo expresa López Austin, “la muerte era no sólo la consecuencia, sino la causa de la vida” (1997, p. 16). Hoy, sin embargo, la muerte ha perdido su peso simbólico y su solemnidad, ha sido desterrada del horizonte de la experiencia social y de los ámbitos de la cosmovi- sión. La contemporaneidad, obsesionada con la prolongación de la vida biológica, los adelantos médicos y científicos, así como la negación al sufrimiento y la ponderación de una vida centrada en el individuo, su goce y exaltación del yo, oculta a la muerte tras el espectáculo, la banalización mediática, lo efímero de los momentos de experiencia y el consumo exacerbado. La muerte se estetiza en modas fugaces, se esquiva en los discursos públicos, pero se expulsa del espacio doméstico, del pensamiento cotidiano, porque se relaciona con el pesimismo, con la depresión o con el malestar del individuo. El culto al presente, a lo inmediato y a lo útil, a lo que no muere, despoja a la muerte de su dimensión sagrada, de su poder para dar sentido a la existencia y de su trascendencia en cada aspecto de la vida del hombre. En contraste con el antiguo pensamiento de las culturas precolombinas, donde el jade, la concepción del colibrí, los cantos y las danzas formaban parte del ritual mortuorio, hoy la hipermodernidad despliega un protocolo de luto con prisa, olvido e informalidad. Como reconoce Octavio Paz: “si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida” (2006, p. 59). La vida actual transcurre como si la muerte fuera una anomalía, un error técnico y un “delate” que se puede reconfigurar. Este texto sobre la concepción mesoamericana precolombina de la muerte busca visibilizar la concepción cosmogónica de la muerte, no repetir sus ritos, sino repensar el devenir cósmico de la vida frente a la muerte y la muerte frente a la vida.
        
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