Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte
        
 70 El arte mesoamericano se vincula al ciclo de vida y muerte, apareciendo en los ri- tos mortuorios, cerámicas, esculturas y muy variadas formas de representación que dependían de la forma en que ocurría la muerte, así como del estrato social al que pertenecía el difunto. En la cultura nahua, al difunto se le cortaba un mechón de la coronilla, llamado piochtli , que contenía su principio anímico, el tonalli . Este mechón se conservaba en una urna o en la tumba. Luego, se lavaba y amortajaba el cuerpo, usan- do diferentes prendas según su estatus social. Durante la ceremonia, se vertía agua, se ponían banderas de papel y se le hablaba al difunto. Además, se le colocaba una piedra en la boca y, en algunos casos, se llenaba con maíz molido y koyem . La máscara cubría su rostro, simbolizando su paso al más allá (Johansson, 2003). “Dime cómo mueres y te diré quién eres”, señaló Octavio Paz como síntesis del pensamiento nahua sobre la muerte (en Matos, 1975, p. 67). La muerte del guerrero era la muerte más gloriosa que podía tener un hombre, de tal forma que las viudas bailaban hasta el cansancio con las insignias de sus maridos. La muerte en el parto, para la mujer, era igualmente gloriosa, por asemejarse a la guerra, debido a que duran- te el alumbramiento las mujeres se debatían entre la vida y la muerte; las que perecían con esta insignia estaban llamadas a acompañar a las diosas. Según el tipo de muerte, podían los difuntos ir a tres lugares: el Tlalocan, el Sol o el Mictlán. Los guerreros y sacrificados iban al sol y podían convertirse posterior - mente en colibrís o mariposas. A los que morían por rayo, ahogados, o por un tipo de enfermedad como leprosos, sarnosos, bubosos, gotosos e hidrópicos, les estaba deparado ir al Tlalocan, lugar de los tlaloques en donde jamás faltaban alimentos y frutos, además de ser un lugar de cons- tante verano donde podían regocijarse y no pasar pena ninguna. (Matos, 1975, p. 69) 3 Entre los nahuas se practicaba la cremación. Comenzaba al atardecer después de cuatro días de cantos y bailes si la muerte había sido natural; si había sido en la guerra o en el sacrificio, la cremación se hacía a la medianoche. Las cenizas se enterraban en el piso mismo de la casa o cerca de ella, con pertenencias del difunto y objetos mítico-rituales. 3	Algunos autores, como Antonio Caso, han interpretado que la representación del Tlalocan se puede apreciar en el mural de Tepantitla en Teotihuacán, el cual muestra una serie de personajes que nadan y flotan en un lugar de abundante agua y de diversos frutos y plantas. Esto implica concebir que desde el clásico teotihuacano se concebía este lugar de asistencia después de la muer te y que, la influencia de esta concepción impregnó a las culturas del posclásico, como los grupos nahuas, especialmente a los mexicas.
        
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