Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte

67 les diesen salud y vida y mantenimientos. Pero ya que venían a morir, era cosa de ver las lástimas y llantos que por sus difuntos hacían y la tristeza grande que les causaban. Llorábanlos de día en silencio y de noche a altos y muy dolorosos gritos que era lástima oírlos. (Landa, 1978, pp. 58-59) Para Johansson (2003), Landa realiza una interpretación equivocada sobre el luto de los mayas antiguos, exagerando el miedo y la tristeza desmesurada que provoca la muerte; sin embargo, aunque Landa extrema su entendimiento del ritual mortuorio, este alude a un proceso catártico frente a la muerte. Un aspecto fundamental para la comprensión de la muerte en la Mesoamérica precolombina es que esta se vinculaba con todos los ámbitos de la vida; no se en- cuentra aislada en el rito mortuorio, ni en el luto o la creencia de una vida siguiente, como en el pensamiento occidental, sino que se anclaba a una cosmovisión macroes- tructurante que ordena la realidad del hombre, su vida colectiva y el entendimiento del universo. Para Alfredo López Austín: La estructura del cosmos, mitos de origen, concepciones sobre la divinidad, calendario, sentido de la vida humana, ritual, conocimiento del curso de los astros, medicina y aun ar tes mágicas dan a conocer no sólo un alto grado de sistematicidad en estos comple- jos, sino una recíproca coherencia entre ellos, que hace de la cosmovisión un verdadero macrosistema unificador. (López, 1997. p. 13) Así, la muerte se relacionaba con todos los ámbitos de la vida y desde esta visión se manifestaba en el mundo material e inmaterial de Mesoamérica precolombina, con una coherencia integradora. López Austín ejemplifica con el ciclo del maíz esta cosmovisión de la vida y la muerte. El hombre mesoamericano veía el maíz y la vida en un ciclo cósmi- co. El maíz, como símbolo de la perpetuación, tenía una “semilla” invisible que heredaba características de sus antecesores. Durante las épocas de sequía, estas semillas se ocul- taban en un gran recipiente subterráneo llamado Tlalocan, custodiado por los dioses de la lluvia, y permanecían inactivas hasta el momento adecuado para volver a crecer. La muerte de los individuos, tanto humanos como plantas, era vista como ne- cesaria para la continuidad de la especie, ya que permitía tanto la renovación como el ciclo de vida y muerte en armonía con las fuerzas cósmicas (López, 1997). El ciclo del maíz era sinónimo de la macro visión de la vida y la muerte; desde la preparación de la tierra, germinación, cuidados y cosecha, se asemejaba a las etapas de la vida del hombre, desde su gestación hasta su muerte. En el mundo mesoamericano precolombino, la vida dentro del vientre materno se relacionaba con el Mictlán. Este último es descrito por Matos Moctezuma (1975)

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=