Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte
        
 57 [lo] numinoso (…), por un lado, es impuro y aterra, y de otro, es poderoso y fascina. Habitualmente considerado un espacio reservado a prácticas religiosas, es también un centro de creación mítica, dando lugar a un imaginario propio de los sectores sociales que lo visitan y lo apropian con sus ritos y celebraciones. (Peláez, 1982, p. 412) El culto a los “muertos milagrosos” es un tipo de culto independiente, en el que se cruzan y mezclan elementos de la historia personal, local, del barrio o de la comunidad que los acoge y los mantiene. Se comportan de modo similar a lo que la literatura sobre religiosidad popular denomina como culto a los exvotos (encendiendo velas, solicitando favores a cambio de exvotos o sacrificios, relatando milagros). Son de naturaleza votiva cuando, a consecuencia de un voto, se establece una especie de contrato entre el acto votivo de la ofrenda, que puede ser religiosa o también orna- mental, pero no laudatoria. La ofrenda es difusa y de difícil ubicación, en especial cuando se trata de ob- jetos que ofrecen pocas o nulas referencias a las intenciones del oferente. En este sentido, las ofrendas a los “muertos milagrosos” pueden ser gratulatorias cuando se depositan en un santuario, iglesia o ermita con posterioridad a que el individuo haya sido pretendidamente salvado o auxiliado, por intercesión de algún santo o virgen, y en cumplimiento de la promesa realizada por el oferente. La ofrenda es propiciatoria cuando es entregada a la divinidad intercesora, es decir, al “muerto milagroso”, en una clara invocación de protección y apoyo, referida a la petición de algún don, problema o clara petición de resguardo. Por último, las rogativas , con las cuales el donante ofrenda un objeto como acto de gratitud por algo que cree haber recibido, no agradecen un hecho puntual, sino un “estado” continuo de protección o gracia (Mollat du Jourdin, 1979, p. 14). Siempre tienen un carácter contractual, entre el vivo y el “muerto milagroso”, donde la ofren- da es un medio recordatorio para provocar en los fieles oraciones y jaculatorias en recuerdo de la muerte de algún personaje; también sirve como invocación de protec- ción para los vivos. Esta tradición laudatoria es constante y no se interrumpe; mantiene la tradición y memoria por el “muerto milagroso” de modo tan definido que las ofrendas locali - zadas en el espacio ritual, muchas veces de manera desorganizada, dan cuenta de una sistematicidad a todas luces reconocible para cualquier lego. Estas cumplen, así, uno de los principales objetivos que se le exige al “muerto milagroso”: trascender de un culto privado a un culto público. Ante la diversidad iconográfica y la disyuntiva de encomendarse a una divinidad intercesora, el creyente opta por elegir una divinidad genérica o, por otro lado, hace
        
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