Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte

47 El pintor lombardo sitúa la escena religiosa en una habitación sencilla, que refleja la humildad y la cercanía con la que el artista quiere presentar este momento sagrado. En la obra, se observan los apóstoles, representados a través de personas sencillas, con ropajes humildes, que observan con desconsuelo lo ocurrido. En el centro de la com- posición, María, vestida de rojo, yace muerta sobre un lecho improvisado. Una aureola discreta sobresale de su cabeza y deja en evidencia su condición divina, condición que contrasta con la humanidad y vulnerabilidad que prevalece en su cuerpo. La disposición de los personajes y la iluminación diagonal guían de manera na- tural la mirada del espectador hacia el cuerpo de la Virgen. Este efecto se acentúa por los contrastes entre luces y sombras, situación que incrementa el naturalismo y dramatismo que inunda la estancia, sumergiendo al observador en una atmósfera cargada de tristeza y desolación. La iluminación no solo resalta la figura central, sino que también crea una sensación de profundidad y movimiento en la composición, haciendo que la escena cobre vida propia. Desde un punto de vista compositivo, el cortinaje rojo que cuelga desde el techo aporta dinamismo a la obra y establece un contraste cromático con las ves- timentas de la Virgen. Este uso del color rojo fue una elección audaz y polémica en su tiempo, ya que rompía con la tradición de representar la Dormición de María en tonos blancos y azules, símbolos de pureza y divinidad. Con esta elección, el artista humaniza y acerca la muerte a la gente común, reflejando cómo la muerte es una experiencia cotidiana y cercana para todos, independientemente de la condición de quien fallece. Se cree que la mujer que eligió Caravaggio para el rol de María fue Ana Bian- chini, modelo del pintor y prostituta romana que murió ahogada en el río Tíber. Entre los mitos que rodean esta pintura, se comenta que el artista pintó directamente el cadáver de Bianchini para lograr un mayor realismo. La mujer representada da cuenta de los signos del deceso: el cuerpo hinchado, la mano inerte que se posa sobre el vien- tre, el brazo lánguido que cuelga ante nuestros ojos y el rostro pálido e inanimado que centra nuestra mirada. En esta honesta y cruda composición: “No hay pretensión ni glorificación de esta escena bíblica, sino más bien un momento de reacciones sinceras ante la pérdida de un ser querido” (Gao et al., 2023, p. 3). A partir de esta obra se genera un conflicto entre la muerte trascendental que se busca simbolizar y la muerte accidental que sirve de modelo a la pintura. La dormi- ción frente al ahogamiento, la asunción frente a la descomposición, lo puro frente a lo impuro. Estas dicotomías enriquecen la interpretación de la pintura, que se convierte en un campo de disputas donde la muerte inunda el espacio, mostrándonos la tras- cendencia de un momento a través de la finita existencia de un cuerpo inerte. La obra nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la universalidad de la muerte.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=