Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte
34 un gusto conocerlos y ¡felicidades! por su “misión cumplida”! Gracias, papi, Don Salvio. Gracias, esposo y padre de mis tres hijas, Don Isi. ¡Hasta pronto! — Vivir sin mi padre. Es tristeza, es vacío, es orfandad; pero también es gusto de ha- berlo conocido, de haber cruzado caminos con la serenidad, la creatividad, la valentía y la simpatía de su persona. No siento culpa porque lo amé demasiado y quise darle todo lo que yo podía, siempre estaba en mis planes y sigue estando. Él sigue aquí, conmigo, cuando encuentro serenidad, cuando soy creativa, cuando soy valiente, cuando soy simpática… Constantemente me siento una persona afortunada, uno de los motivos es porque Salvio Márquez Ponce fue mi padre, y porque desde que falleció, trascendió tiempo y espacio. — Ahora siempre me acompaña: cuando llueve pienso en su felicidad por que los campos se riegan. Cuando hace mucho calor, pienso en que ese no es calor, cuando hace frío pienso en él con su chamarra ligera, su cara roja y su linda sonrisa. Cuando co- cino pienso en que yo sí sé cocinar, pero los sartenes no me ayudan. Cuando me siento cansada pienso en su incansable persona picando piedra después de su jornada laboral y en los miles de veces que subió y bajó escaleras para remendar, pintar, aplanar o reparar algo. Cuando tengo desánimo pienso en él cambiándose su ropa de trabajo cada vez que tenía que salir a comprar un material o herramienta y al llegar se la volvía a poner y seguía trabajando. Cuando siento agobio pienso en su rostro tranquilo viendo un lago, un árbol, un cerro o algo así. Cuando quiero llorar él me dice: “No llores, hija”. Cuando conozco a una persona mala, pienso que no es mala, solo se equivoca. Te amo, papá. — Salvio fue un hombre de pocas palabras, pero cuando sus ojos hablaban com- partían sabiduría y una vida llena de aventuras y experiencias, no todas fueron placen- teras, pese a todo, nunca dio la vuelta o dijo: “Ya no puedo”. Se dice que la muerte es algo natural, y sí, lo es, pero en el momento que un ser querido se embarca en esa aventura, es muy difícil aceptarla como algo natural. La partida de mi padre cambió la idea o el significado de la muerte. Al principio me negué a que se marchara, pensé que se le tendría que ayudar a continuar con nosotros. Pedí de lejos algo que en presencia es muy difícil de hacer o intenté tomar una decisión que él había tomado antes. En ese momento, una frase se quedó en mi corazón para siempre “no se preocupen, se ha ido”. Fue como una flecha clavada en mi cuerpo, la cual no puede detener. — La muerte es una sorpresa y algo que está destinado desde que uno nace. Es mentira que estamos preparados y listos para dejar ir al ser querido. Aceptar que la muerte es un viaje que no tiene boleto de regreso es lo más difícil que un ser humano tiene que hacer… Me vi corriendo entre pasillos de un aeropuerto, pensando que no era cierto lo que estaba leyendo y, al mismo tiempo, en cómo le daría la noticia a su esposa y gran amiga, mi madre.
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