Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte
30 En este sentido, ese segundo nacimiento estaría justificado como una segunda vida. Jankélévitch lo expone de forma diferente, ya que dice que “cuando se da la muerte, el nacimiento se ha cumplido desde hace tiempo, cuando el nacimiento se produce, la muerte es un futuro lejano inexistente” (2024, p. 13). Al respecto, comprendo que al nacer no se tiene conciencia de la muerte en primera persona; en todo caso, visto desde los ojos de la tercera persona, se ruega por una larga y feliz vida. Tal vez vivir y morir no son sucesos paralelos, son dos sucesos con- tinuos; debe dejar de darse uno para que el otro se suscite. Por otro lado, mi padre no nacerá otra vez, no nacerá en cuerpo, en materia, él nace todos los días en el recuerdo y en la memoria de cada uno de sus hijos y en el corazón doliente de su esposa. En su obra plástica, en los recuerdos que ha dejado en nuestras mentes, en sus historias vividas y re-evocadas, en charlas dadas en encuentros familiares; él está ahí. Se busca consuelo, se busca el alivio en los ojos de los otros, en la mirada compartida envuelta en una pena, sin tener la certeza de lo que se haga, se diga o se escuche de consuelo. Cuando mi padre murió, llegaron las personas a darnos el pésame, y una de ellas, una joven me abrazó, sonrió y me dijo: —“Sé cómo te sientes, Bertita”—. Me atreví a decir: —“No te imaginas cómo”— y ella dijo: —“Sí, lo sé”—. Olvidé por completo su experiencia vivida, su madre había fallecido hacía unos años, en ese momento sus pala - bras sonaron en mis oídos como “no eres la única”. Comprendí porqué ella estaba ahí, me dio consuelo verla de pie, sonriente, llena de vida y acompañando. Los días pasaron y nos dedicamos a recibir a las personas que avivaron los rituales del novenario 1 . En este sentido, Daniel Dine señala: “No hace falta que especule demasiado, ni que medite sobre el sentido de la existencia para mí, porque ese sentido ya no lo encontraré. O, entonces, sería preciso refugiarse en la esperanza religiosa, la que de- vuelve el sentido de la existencia” (Jankélévitch, 2024, p. 22). Desde la perspectiva de los creyentes, los rituales religiosos ayudan a sobrepasar el umbral de la muerte, son una compañía para el alma que se ha desprendido del cuerpo como un espectro que ya no pertenece a la tierra. Así como lo expresa don Juan en el Viaje a Ixtlán (1986) al ver que el hilito de sangre se fuga por la boca de ese cuerpo ya sin vida. Don Carlos escucha con serenidad cuando don Juan dice que ese cuerpo es de su hijo. La escucha, la palabra, el llanto, las ri- sas y el silencio sobresalen como un momento de paz. —“Estamos aquí, acompañando a don Salvio”—, dicen. ¿Entonces, su compañía era para el ausente y para los presentes? Entre el café y el pan, las veladoras y la oscuridad, la noche transcurría siguiendo los 1 El novenario es un ritual religioso que se realiza durante los siguientes nueve días después del sepelio. Consta de un rezo reiterativo de cinco padres nuestros y diez avemarías, que en letanía se reza a las indicaciones de una rezandera.
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