Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte
28 La tradición del Día de Muertos en México con la puesta de la ofrenda es la ma- nera de festejar la ausencia de ese ser cercano, con el fin de seguir compartiendo aque - llo que en vida era de su gusto. En medio de risas, bebidas, rezos, charlas en voz baja, se recuerda a quien “ha pasado a mejor vida”. Sobre esto, ¿cómo vivir la experiencia de la muerte de alguien cercano sin tener que vivir en el dolor constante? no hay respuesta única. Está en la oralidad y la escucha la manera sensible de compartir este suceso; lo mismo que transformarlo en una experiencia elevada y trascendental por medio del lenguaje de la literatura y las artes visuales. Esta mixtura prehispánica/contemporánea se comprende y se vivencia como una fiesta alegórica que permite que las experiencias a priori de la muerte de un ser cercano puedan ser transformadas, aligerando la ausencia. VIVENCIA Y AUSENCIA Recordar a alguien con quien se ha compartido parte de la vida implica ir ha- cia las vivencias; es ir hacia aquello que ya no está, resignificar el vivir de momentos donde la memoria se vuelca como el instante mismo. En ello, la vida se torna en algo efímero, en algo abstracto que ahora es conocido con otro nombre, con otro sonido, con otros ojos, tal vez llenos de lágrimas, tal vez con serenidad, tal vez con dolo, tal vez con coraje, tal vez con rencor, tal vez con arrepentimiento, tal vez con culpa, tal vez sin nada de todo lo anterior, y tal vez con alegría, con sonrisa en los labios, tal vez con un largo silencio y mirada hacia el cielo. El texto de Jankélévitch (2024) pone sobre la mesa repensar la muerte como un suceso natural que debe analizarse filosóficamente, justo cuando se refiere a lo irrevocable, al mencionar que “la sabiduría no es la meditación de la muerte, sino la meditación de la vida” (p. 11). Esto hace que, al pensarse la muerte, se vea como una continuación de la vida, de la cual no hay retorno. Y que, como un fenómeno recu- rrente, sea considerada un tema peculiar del cual hay mucho que decir, y al mismo tiempo pocos queremos tratar a la hora de la comida, de la cena, en cumpleaños o en un encuentro casual. Sobre todo, por su carga trágica que, si bien parece ser una desgracia, también es en muchas de las veces un descanso para quienes sufren una enfermedad terminal. No lo he vivido (no es mi caso, ni está mi experiencia enlazada a estas enfermedades terminales), pero puedo comprender el dolor del otro cuando en esa situación está; es el sentimiento mismo del dolor el que me hace empática y tener consideración con esa desgracia, con esa pena. Sin embargo, no se trata de acarrear determinismos, sino de hacer reflexiones de esos determinismos. En términos generales, parece ser que esa tragedia indivi- dual no afecta a la mayoría, hecho que hace sentir que solo le pasa a esa persona en
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=