Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte
        
 19 Otra forma de acercar al lector a los modelos de relación clínica podría ser el entender esta como la forma en que se vinculan los profesionales de la salud con las personas que reciben cuidados; puede ser descrita en un rango que va desde total- mente paternalista hasta extremadamente autónoma (Emanuel & Emanuel, 1992). Es decir, la literatura describe un amplio abanico en el cual los profesionales de la salud deben cuidadosamente evaluar la situación para ver qué es lo más adecuado en un contexto dado. Aquí, el estándar y lo general pasan a un segundo plano, primando lo particular, lo individual, lo contextual. Si bien el foco de este capítulo no es la relación clínica, sino la buena muerte, desde mi mirada, hay una estrecha conexión entre bue- na muerte, relación clínica y toma de decisiones en fin de vida. Estos tres aspectos están entrelazados directamente con el discurso de la buena muerte. En esta relación con la muerte, se habla poco del momento del fallecimiento. Se trata de mantener a los familiares cerca y tranquilos. Se lleva al enfermo, si es posible, a una habitación individual para favorecer la compañía de la familia y el ambiente calmo (Mallia, 2022). Tal habitación también puede servir para no incomodar a los demás pacientes de la sala que puedan sentirse inquietos al ver que alguien que no conocen está muriendo en la cama de al lado. EL SURGIMIENTO DEL DISCURSO DE LA BUENA MUERTE De la misma manera que la familia aparece como un aspecto vital histórico y cultural en el arte asociado a fin de vida, así ocurre con las decisiones asociadas so - bre el morir y la muerte en la actualidad (Vásquez et al., 2020). Dos elementos que han contribuido son el desarrollo de los cuidados paliativos y, más recientemente, la pandemia de COVID. Primero, el desarrollo de los cuidados paliativos como parte del legado del movimiento Hospice, iniciado por Cecily Saunders, en el cual su principal preocupación radicaba en contribuir a mejorar las condiciones en las que morían las personas (Saunders & Clark, 2005); fue iniciado precisamente al mismo tiempo que el trabajo de Glaser y Strauss (2017), en los años 60. De esta forma, uno de los énfasis de esta pionera de los cuidados paliativos, como se conoce hoy en día, era la relevancia del acompañar, del “estar” ( being with ) con la per- sona moribunda (Saunders & Clark, 2005). Este “estar” implicaba considerar el cuidado del cuerpo físico en cuanto al aseo y confort, procesos fisiológicos como la respiración o la digestión, pero también incluye, con la misma importancia, el cuidado del aspecto emocional y espiritual del paciente y su familia; ello implica, por ejemplo, la actitud de la persona y su entorno respecto al fin de vida, así como sus creencias y preferencias de cuidado para esta etapa final. Si bien esto está en el corazón de los cuidados paliativos,
        
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