Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte

18 de que la recuperación era aún posible. Esto daba cuenta, a través del lenguaje verbal, de la idea de que era posible “luchar” hasta el final (Magaña & Matlock, 2021). En lo práctico, “lucha” podría implicar, por un lado, el uso de palabras de espe- ranza en torno al paciente y, por otro, aún más relevante, alentar el inicio de trata- mientos fútiles o inútiles en etapas extremadamente avanzadas de la enfermedad. El tratamiento fútil (o inútil) se refiere a aquellas medidas terapéuticas que no modifican el curso de la enfermedad (Buckley, 2009); esto es, si la persona está gravemente enferma, morirá independientemente de los tratamientos que se le indiquen. En una época de avances tecnológicos, parecía adecuado mantener un discurso esperanza- dor. Era más valiosa la posibilidad de prolongar la vida que la calidad de vida; la prolon- gación de la vida, por tanto, correspondería al éxito de la tecnología. Entonces, existía una dicotomía alimentada por el aparato tecnológico en la que vivir era éxito y morir fracaso. De esta forma, el discurso mandataba mantener el lenguaje de esperanza en la recuperación. Asimismo, estar hospitalizado implicaba el deseo o la búsqueda de curación, ha- ciendo aún más desafiante que una persona muriera en el lugar donde, precisamente, debía encontrar mejoría. Consecuentemente, esta actitud pudo haber contribuido a instalar tratamientos fútiles. Siendo así, hablar abiertamente de la muerte era asumir el fracaso (Buckley, 2009). En una época de probar tratamientos, de prolongar la vida y evitar la muerte a toda costa, podría decirse que la muerte en las instituciones de salud se convirtió en una “muerte oculta”. RELACIÓN CLÍNICA Y CONSIDERACIÓN DE PREFERENCIAS DE CUIDADO Las formas de establecer la relación clínica con las personas que reciben cuidado y su entorno también se han transformado. A mi parecer, este cambio ha contribuido a lo que se entiende por “buena muerte”, donde la relación con el equipo de salud es clave para una mejor experiencia de fin de vida (Borgstrom, 2020). En este sentido, el cambio de la relación clínica se refiere a cómo se establecen las interacciones entre médico-pa - ciente, hoy en día, profesional de la salud-persona que recibe cuidado y su entorno. Históricamente, lo habitual y aceptado socialmente, era una relación clínica más bien vertical. El médico decidía lo mejor para el paciente basado en su conocimiento técnico (Lázaro & Gracia, 2006). En consecuencia, dependía de la moral particular del médico considerar si era correcto incluir en la toma de decisiones las preferencias de cuidado y opciones del paciente, familia y equipo de salud.

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