Ars Moriendi: reflexiones en torno a la muerte
16 así como abrir la puerta a miradas más relacionales de la ética (Haraldsdottir et al., 2019). Además, uno de los ámbitos de la ética es guiar el correcto actuar, en otras palabras, invita a reflexionar sobre las acciones y prescribe comportamientos (Driver, 2007). En mi entorno de trabajo en salud, y particularmente en fin de vida, el discurso de la buena muerte viene a representar un horizonte que se aspira a alcanzar, trans- formando no solo las prácticas asociadas, sino también las relaciones que se estable- cen con los participantes en la misma interacción. LA ACTITUD EN TORNO A LA MUERTE: UNA MIRADA HISTÓRICA El historiador francés Philippe Ariès ha profundizado el tema de “morir en Occidente” y particularmente en las actitudes hacia la muerte desde la Edad Media hasta la era moderna (Ariès, 1974; Bleyen, 2012). Su trabajo se orienta al estudio de los rituales fúnebres, del duelo y del carácter público/privado de la muerte. El enfoque de Ariès podría ser criticado desde el mundo latinoamericano, en cuanto ofrece una mirada eurocéntrica, alejada de la diversidad y riqueza cultural de estos territorios. Una crítica similar puede surgir desde las ciencias de la salud, donde los sistemas de salud en Latinoamérica han estado supeditados al poder hegemónico del sistema biomédico desde prácticamente sus inicios, marginando los saberes ances- trales de este lado del globo (Menéndez, 2020). Sin embargo, tomo como marco re- ferencial a Ariès (1974) porque aporta aspectos claves que dan cuenta de los cambios discursivos y paradigmáticos, desde la Edad Media hasta la instalación de los sistemas de salud y el modelo biomédico, en la relación con el morir y la muerte. Para explicar mejor los postulados de Ariès desarrollaré una síntesis sobre las distintas etapas del morir en la cultura occidental. El autor francés identifica primera - mente “la muerte domesticada” correspondiente a la Edad Media. En este periodo el caballero medieval sabe que puede ir al campo de batalla y morir en cualquier mo- mento, sabe que podría perecer en combate; cuando llega a ocurrir es enterrado por sus compañeros de armas. Su familia también está al tanto de que podría no regresar, lo que indica familiaridad con la muerte. Luego, llega el periodo que el autor denomina “la muerte propia”, que va, aproximadamente, desde la Ilustración hasta la instalación de los hospitales y hospicios como lugares para cuidar a las personas en fin de vida. En esta etapa surge el impulso o deseo de dejar una huella en esta tierra; se hace popular el hecho de grabar algunas palabras con el nombre del difunto en una lápida. La actitud es darse cuenta de que se avecina la muerte, así, el médico va a la casa y el moribundo está rodeado de su
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