Política y sociedad en Chile 2023-2024
- 55 - Sobre la cuenta a la nación y otros cuentos Rodrigo Baño A veces solo queda eso: los residuos. Por cierto, no los residuos de Pareto, que son más divertidos, sino los residuos-residuos, lo que queda después de que algo desaparece o termina, los restos, los saldos y retazos, “esas pequeñas cosas”; residuos. Como “tirar la cadena” cuando ya no existe cadena que tirar para limpiar el retrete, como “poner la carreta delante de los bueyes”, dicho en una ciudad donde nadie ha visto una carreta ni sabe dónde van los bueyes. Algo así es la cuenta a la nación cuando ya no hay que dar cuenta de nada. Con todo respeto, sin ánimo de ofender, pero eso que era antiguamente dar cuenta a la nación mediante un mensaje presidencial, tenía sentido en el siglo XIX y parte del XX, cuando no existía otro medio de comunicación que la prensa y casi nadie sabía leer. De manera que era conveniente que en un discurso se le diera cuenta de lo que había pasado en el año. Actualmente todo el mundo puede estar enterado del estado de la nación cada día… si es que le interesa. Y si no le interesa, tampoco va a estar interesado en escuchar el mensaje presidencial. No es raro, entonces, que, en vez de dar cuenta del estado de la nación, el correspondiente orador se dedique más bien a proclamar lo bien que lo hará en el futuro, aunque tampoco deja de vanagloriarse de lo bien que lo ha hecho en el pasado. Periodistas, columnistas y políticos profesionales se harán cargo del material por algunos días para ganarse honestamente la vida. Se cumple un ritual (imagino que ahora se llama protocolo) del que actual- mente podría encargarse la inteligencia artificial, indicándosele simplemente los objetivos de la comunicación: tanto de referencias a las bondades del mo- mento económico y de proyectos de crecimiento, tanto del trabajo legislativo, tanto de combate a la delincuencia y a todo lo que las encuestas señalen como problemas que preocupan, tanto para mantener fieles a los fieles y tanto para calmar a los infieles, tantos números como sea posible, pues se supone que las matemáticas son imparciales e irrefutables. Es lo normal, ni más ni menos, desde 1836 ya son casi doscientos los men- sajes presidenciales dando cuenta a la nación. Alguien se los ha leído todos. Como siempre, habrá los que denuncien la pobreza y los que proclamen la riqueza de las palabras del mensaje. Cada vez es menos un ritual y más una rutina.
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