Política y sociedad en Chile 2023-2024

Manuel Antonio Garretón y Silvia Lamadrid (Coords.) - 134 - populares importantes como Valparaíso, Quinta Normal, Renca y Recoleta (en donde el PC fue capaz de mantener la alcaldía a pesar de las múltiples campañas en su contra), el balance es más bien negativo. El oficialismo no solo perdió comunas icónicas como Santiago y Ñuñoa, sino que a nivel agregado pasó de tener 150 a tener 111 alcaldías. Por el contrario, la oposición subió de 87 a 122 alcaldías. Muchos han afirmado que estos resultados representan, esencialmente, un castigo al Gobierno. Otros han señalado correctamente que, en un contexto de retraimiento de la movilización social y de emergencia de fenómenos no visualizados en décadas pasadas (por ejemplo, la importancia de la migración), la izquierda no ha sido capaz de encantar a nuevos electores. Eso se debería a que la izquierda no ha podido proponer alternativas ideológicas y culturales al avance de la derecha. Junto con estas explicaciones, también parece razonable analizar los re- sultados electorales a la luz de fenómenos no electorales , de más largo alcance, destacados en el informe del PNUD. Uno de los fenómenos que creo par- ticularmente relevante es la relación disfuncional entre partidos políticos y movimientos sociales. En el caso de los partidos de izquierda, dicha disfun- cionalidad se deriva en gran medida de la falta de vinculación orgánica con las organizaciones y movimientos sociales. Esta separación entre partidos y movimientos sociales no es algo nuevo ni exclusivo de Chile. Sin embargo, lo que sí parece ser recurrente en el país es la persistencia de dicha separación. Experiencias relativamente recientes muestran que sí es posible reconstruir las alianzas entre partidos de izquierda y organizaciones sociales, en contextos en los que estas últimas comienzan a movilizarse por cambios profundos. Eso es lo que ocurrió, según han mostrado varios analistas, a inicios de la década de los 2000 en los países de América Latina durante lo que fue conocido como el periodo de la “marea rosa”. Más allá de lo que ocurrió en alguno de esos paí- ses en la década posterior (lo cual da para otra columna), el punto a descartar es que, en contraposición a lo observado durante la “marea rosa”, en Chile el aumento de la movilización y organización popular observadas hasta inicios de 2020 profundizó la separación entre partidos políticos y movimientos socia- les. A modo de ejemplo, durante la década pasada aumentó sustancialmente la disposición de los(as) chilenos(as) a participar en acciones políticas no con- vencionales. Sin embargo, en el mismo periodo la desconfianza en los partidos creció a niveles históricos que perduran hasta hoy. Esto es lo que algunos han llamado “politización sin identificación” de los sectores populares chilenos. Ahora bien, ¿por qué en un contexto de desmovilización social y de cons- tantes coyunturas electorales vale la pena reflexionar sobre fenómenos no elec- torales como los descritos en el párrafo anterior? Primero, porque como se

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