Política y sociedad en Chile 2023-2024
Manuel Antonio Garretón y Silvia Lamadrid (Coords.) - 130 - dad de nuestra economía, sin embargo, no vincula este hecho con nuestras dificultades para generar cambios sociales conducidos. Nos parece que con- siderar esa relación es crucial, puesto que no es lo mismo lograr acuerdos de transformación (que casi siempre implican transferencias de poder o dinero) en condiciones de una torta económica creciente que asegura que, casi con independencia del reparto que se haga, todas las partes recibirán más recursos que antes (aunque algunas cedan proporciones mayores de su trozo), que ha- cerlo cuando la torta a repartir es de tamaño constante, con lo que las nego- ciaciones son suma 0: lo que uno gane, otro lo pierde. Con respecto a las transformaciones en la élite política chilena, también es evidente que a partir de la segunda década del siglo XXI llegó a ocupar posiciones cada vez más relevantes (hasta hacerse cargo del Gobierno), una nueva élite generacionalmente más joven que las anteriores y poseedora de una narrativa que legitimaba su desafío a las élites anteriores en, entre otros elementos, su rechazo a las negociaciones y compromisos que usualmente son parte de cualquier estrategia de cambio social conducido. Por el contrario, se apostaba al logro de una hegemonía político-cultural que despojara de poder a las otras élites políticas y produjera cambios acelerados sin necesidad de ne- gociar con los actores sociales que posiblemente tuvieran intereses diferentes a los propugnados por ellos. Aprovechando el impacto político y emocional del estallido social, esta élite, consistente con sus principios y narrativas, intentó generar un cambio social conducido sin negociaciones amplias, pero fracasó en el primer plebiscito de salida de septiembre de 2022. Finalmente, en paralelo al ascenso de la nueva élite política, en Chile se vivió un progresivo proceso de legitimación de la protesta (es decir, la ac- ción política no institucional) como mecanismo efectivo de incidencia en la política pública y en la legislación. En otras palabras, todo tipo de personas comenzaron a percibir que la mejor y más rápida manera de obtener cambios y beneficios, era organizar una protesta y saltarse la intermediación política institucional apuntando sus peticiones directamente a los gobiernos en ejer- cicio. Esto se potencia en el contexto de una caída en la legitimidad de las organizaciones formales (especialmente las políticas), y con el desarrollo de herramientas tecnológicas del mundo virtual que disminuyen los costos de or- ganizar una protesta masiva. En suma: no solo se trata de que la política insti- tucional no haya tenido capacidad de responder a ciertas demandas colectivas, como se afirma habitualmente, sino que a la población le parecía cada vez más viable conducir dichas demandas por la vía no institucional (manifestaciones y protestas), marginalizando aún más el espacio de la política institucional. Ninguno de los tres cambios señalados aumenta las probabilidades que tiene una sociedad para generar un cambio social controlado exitoso, puesto que parece más efectivo protestar que negociar políticamente, especialmente
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