Política y sociedad en Chile 2023-2024

Manuel Antonio Garretón y Silvia Lamadrid (Coords.) - 100 - A la inversa de lo que se instruye a los censistas 2024, en cuanto a que no deben entrar en las casas, sino que deben censar en la puerta. Los censistas “de hecho” entraban directamente en las casas, muchas veces eran esperados con alguna atención: un tecito, un juguito, un quequito o un etceteracito cualquiera. Era una fiesta. Una fiesta seria, pero una fiesta nacional. La diferencia es que el censo “de derecho” 2024 no es una fiesta nacional; es un trámite burocrático. El Estado se diluye como voluntad de una totalidad social, definida abs- tractamente como nación o comunidad nacional, y empieza a concebirse como una empresa de administración enajenada. El problema es que la política solo tiene sentido respecto de una comu- nidad política. El involucramiento político implica que los sujetos se sientan perteneciendo a una comunidad, de manera que les interese el proyecto y des- tino de esa comunidad. Puede que tengan proyectos personales, pero esos pro- yectos personales se definen dentro de la comunidad que sienten como propia. La lucha política es una lucha por el proyecto y destino de esa comunidad, no una competencia para obtener beneficios personales. En la medida que esa comunidad se diluye y que los individuos sólo se definen en términos de proyectos personales, indiferentes o hasta hostiles al destino de la comunidad, la política pasa a constituirse solo en un mecanismo para obtener un beneficio personal inmediato y directo de los profesionales que la trabajan. No se trata de adoptar la perspectiva nostálgica de los viejos buenos tiem- pos, de la comunidad perdida. Tampoco se trata de adoptar la perspectiva entusiasta de la liberación recién obtenida, porque para la libertad individual no hay nada más agobiante que la imposición normativa de la comunidad; la multitud asfixia. Solo se trata de intentar entender los cambios que van mar- cando el tiempo. El tema del apoliticismo puede tener muchas vueltas, pero hay que empe- zar a reconocer que existe y que no es simplemente el resultado de veleidosas voluntades que se mueven según el viento de las ideas. Aunque usted no lo crea, es el cambio de las condiciones de existencia lo que establece las bases para que surja el apoliticismo; el individualismo se asienta en un mundo mer- cantilizado en que la satisfacción de mis deseos solo depende de lo que tengo en mi bolsillo. Se trata de un proceso largo y solo el dios que no existe sabe si es irreversi- ble. Lo más extraño es que, aunque se dice que en América Latina es el Estado el que crea a la nación (en todas partes, si no lo hace, ayuda mucho), en la

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=