Gabriela Mistral y la Universidad de Chile
94 Gabriela Mistral y la Universidad de Chile colaboradora capaz y dispuesta a contribuir a este propósito. Su bús- queda de vínculos internacionales había comenzado incluso antes de su residencia en Los Andes. Desde allí, mantuvo una cordial y sosteni- da correspondencia con Amado Nervo, iniciada en 1916 y truncada por la repentina muerte del poeta en 1919. Más tarde, desde Punta Arenas, estableció contacto epistolar con su sucesor en la embajada mexicana, el también poeta y diplomático Enrique González Martínez. Mistral lo visitó en Santiago en septiembre de 1920; tras este encuentro, lo presentó a sus colegas chilenos, mientras él, por su parte, hablaba de ella en reuniones con el presidente Arturo Alessandri. Poco después, Mistral escribió al superior de González Martínez, el poeta Genaro Estrada, para agradecerle la oportunidad de conversar con tan digno representante de su país. Gracias a la mediación de González Martínez, Mistral conoció a Alfonso Caso, destacado filósofo y fundador de la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de México, quien llegó a visitarla a su escuela en Santiago. A su vez, José Vasconcelos —recién nom- brado titular de la Secretaría de Educación Pública, Bellas Artes y Asuntos Indígenas— no dudó en atender las recomendaciones de Caso y González Martínez. No resulta sorprendente, entonces, que Mistral también en- tablara relación con el poeta Antonio Castro Leal, llamado a suceder a González Martínez como representante de México en Chile, y quien in- cluso fue acogido entre los “hermanos” del grupo artístico Los Diez. De esta forma, Gabriela Mistral estaba atenta a la posibilidad de me- jorar sus medios de subsistencia, mientras cumplía con la obligación de mantener a su madre anciana y, al mismo tiempo, buscaba posicionarse en el campo cultural chileno (con todos sus avatares) y en el concierto literario continental. De forma consciente y decidida, fue construyendo las condiciones que harían posible la invitación que en 1922 le enviaría Vasconcelos, invitación que había sido cuidadosamente fraguada por Mis- tral durante cuatro años. Y fue precisamente en diciembre de 1921, cuando tomó la decisión de emprender el camino hacia México, que inició una correspondencia con Federico de Onís en Nueva York, la cual culminaría en la publicación de Desolación . En esas cartas explica la emoción que le producía el hecho de que la solicitud de publicar su poesía proviniera de profesores de castellano de Estados Unidos. Aclara, además, que no ha- bía aceptado los ofrecimientos de casas editoriales de Chile, Argentina,
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